Las empresas quieren gestionar directamente los recursos que aportan para formación por medio de cotizaciones a la Seguridad Social. No es una innovación, sino una adaptación del modelo de formación de Alemania a nuestras peculiaridades legales y a nuestro mercado laboral.
Desde que comenzó la crisis se ha puesto de ejemplo el sistema que rige en ese país y los buenos resultados que ha cosechado: una mano de obra más cualificada y adaptada a las necesidades del negocio en cada momento. Su coste y también la transferencia desde la Administración de la gestión directa de la formación continua a las empresas es lo que ha impedido hasta la fecha que se avanzara en este sentido.
Ahora que el Gobierno va a retocar la reforma laboral, CEOE propone financiar los cursos con el 0,7% de las cotizaciones sociales que se dedican a formación, porcentaje del que además las empresas contribuyen con el 0,6 por ciento. La idea es crear un cheque de empresa, que permita a los empresarios formar a sus trabajadores según sus necesidades.
Hace algo más de un año, el profesor Juergen Donges explicaba en elEconomista, que este tipo de formación beneficia al conjunto del tejido empresarial siempre que haya unos estándares de exigencia y de control de los fondos.
En este sentido, los abusos que se han cometido desde las organizaciones sindicales y empresariales, provoca el rechazo del Ejecutivo a la propuesta de CEOE, a pesar de que desde la Administración se podría haber vigilado mejor estos fondos y su destino. Cambiar el modelo de formación, actualmente poco efectivo, contribuye a impulsar la competitividad de nuestras empresas y obliga a imitar los ejemplos que funcionan.