Eroski va a revisar la situación de 500 superficies para venderlas o cerrarlas. La empresa de la Corporación Mondragón empieza a acusar los efectos de la caída de Fagor. Desde estas mismas páginas se advertía de la desconfianza de los bancos acreedores de Eroski al ver lo sucedido en la compañía de electrodomésticos. Enseguida las entidades exigieron a la distribuidora desinversiones para afrontar la refinanciación de su pasivo de 2.500 millones.
De momento, en enero debe saldar 37 millones del principal de la deuda. Los responsables de la cadena distribuidora se negaron a ver las consecuencias sobre su negocio de la quiebra de Fagor. Hasta el extremo de que rechazaron que la Corporación Mondragón prestase ayuda a la empresa de electrodomésticos para salvarla del concurso de acreedores. Su ceguera no es inocente. Desde el Ministerio de Economía, desde el Gobierno vasco y desde el propio Banco de España se les había advertido de que el grupo Mondragón se convertiría en una unidad económica de riesgo, si no contribuían en el salvamento de Fagor.
Como era de esperar, y sin que hayan pasado quince días de la caída del primer buque insignia de la Corporación, Eroski se ve forzada a replegar velas y revisar toda su estrategia de negocio. Agustín Markaide, el presidente de la distribuidora, nunca entendió que la crisis de Fagor iba a poner de relieve los problemas de su empresa. En 2012, registró unas pérdidas de 450 millones y carga con la rémora de la compra de Caprabo, cuya venta ahora generará minusvalías superiores a los 1.000 millones. Si Eroski fracasa ahora en su estrategia, el tsunami de Fagor romperá otro dique y puede arrastrar a la Corporación Mondragón.