En septiembre los precios cayeron un 0,1%, por la alimentación y las bebidas y la comparación con el mismo mes de 2012 por la subida del IVA. Una buena noticia que apreciarán los consumidores y reforzará los argumentos del Gobierno para defender la congelación de los salarios de los funcionarios. El temor es que derive en una deflación como la que vive Grecia, que agravaría el peso de la deuda, subiría los intereses reales de los créditos y frenaría la recuperación. Los analistas coinciden en que estamos lejos de la deflación, más cuando nuestra dependencia energética exterior incide sobre los precios. Aun así, el Ejecutivo debe vigilar la evolución del IPC, a sabiendas de que es más fácil controlar la inflación que la deflación. Japón fue un buen ejemplo.