El Banco de España confirmó ayer que la economía española abandonó la recesión en el tercer trimestre y creció un 0,1% después de dos años de caída continuada. Se acaba la contracción, pero queda un largo camino de dificultades para abandonar definitivamente la crisis. Hay numerosos signos que evidencian que España, que es la cuarta economía de la Eurozona, empieza a salir del agujero. Por ejemplo, la recuperación de la confianza y de la inversión exterior. Además, el PIB crece gracias a las exportaciones, en cuyo comportamiento algunos empiezan a ver un cambio en el modelo económico. Es demasiado pronto para aventurar que así sea, aunque el Gobierno se muestre ávido de dar buenas noticias.
La prueba de ese cambio la tendremos en cuanto se recupere el consumo (por primera vez creció un 0,1%). Si entonces las exportaciones siguen aumentando más que las importaciones será indicativo de que nuestras empresas han cambiado de patrón. Y no sería extraño porque muchas pymes, no sólo las grandes compañías, han descubierto que el mercado exterior permite diversificar y ofrece muchas oportunidades a quien se arriesga. Después de haber dado el primer paso en tiempos difíciles, lo más inteligente es seguir rentabilizando el esfuerzo con la recuperación.
El desempleo sigue siendo un grave problema, aunque hoy mismo la EPA arroja un saldo mejor que en trimestres anteriores. El ajuste del mercado laboral ha sido tan fuerte que con unas décimas de crecimiento es posible que se dejen de destruir puestos de trabajo y que con un 1%, se pueda crear empleo. Por tanto, control de la euforia, pero con razones suficientes para un optimismo moderado.