Los empresarios de Cataluña, que no están de acuerdo con la independencia, empiezan a hablar con más claridad sobre los riesgos que entrañaría una posible secesión. Por primera vez notan este riesgo como posible y son conscientes de que no pueden permanecer callados. José Manuel Lara, dueño de Planeta y presidente de Atresmedia, fue el primero en expresar su oposición al proyecto soberanista de ERC y de Artur Mas. Anunció que se llevaría la casa matriz de la editorial de Cataluña, si esto sucedía.
En las últimas semana nuevas voces han expresado su desacuerdo con una Cataluña independiente y su temor por las consecuencias que tendría sobre su actividad. Salir de la UE sería nefasto para las exportaciones, pues muchas empresas empezarían a pagar aranceles a sus principales clientes europeos.
La preocupación aumenta entre los empresarios, que cuando toman decisiones tienen la obligación de anticiparse a lo que pueda suceder. Por ello, Freixenet, el primer exportador mundial de cava, ha paralizado una inversión logística de 30 millones en Sant Sadurní d'Anoia (Barcelona). El presidente de la firma, José Luis Bonet, ha explicado a The New York Times que "los empresarios tienen derecho a preocuparse cuando los políticos crean tensiones en lugar de buscar diálogo".
Ya no son voces aisladas las que muestran su oposición a la independencia. Los empresarios saben que, aunque es todavía difícil cuantificarlo, algunas empresas se han ido y otras han paralizado las inversiones en tanto no se disipe la posibilidad de una declaración unilateral de independencia del Parlamento catalán. Un daño muy difícil de reparar, más en un momento de salida de la crisis como el actual.