Editoriales

Editorial: Diálogo, pero no de sordos

El éxito de la convocatoria de una cadena humana de 400 kilómetros por la independencia, que ayer recorrió Cataluña de norte a sur, es innegable. Un resultado que obliga a la reflexión y, sobre todo, al diálogo. Esta palabra quizás fue la más repetidas a los largo del día por los líderes de las principales formaciones, pero no debe quedar en una frase hueca. El president de la Generalitat, Artur Mas, ha de saber administrar este resultado favorable a un movimiento que él mismo espoleó hace un año. Tanto, como el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, debe abrir la puerta a una solución, que evite la ruptura y satisfaga a la mayoría.

Las encuestas muestran que la opinión pública catalana está prácticamente dividida a la mitad entre los partidarios de tener un estado propio y quienes quieren seguir integrados en España, con una ligera ventaja para los primeros. Si bien es cierto que el porcentaje de independentistas se reduce, si se ofrece la posibilidad de conseguir mayor autogobierno para Cataluña sin desvincularse de España. Por primera vez en estos días, el ministro de Exteriores, García Margallo, ha hablado de cambiar el modelo territorial. Esa puede ser la posición de partida para comenzar el diálogo. Como ya dijimos desde estas páginas hace un año, el traje autonómico que se diseñó en la Transición se ha quedado pequeño y no hay que temer los cambios. Cerrarse a ellos -igual que ignorar a quienes no quieren la secesión- conduce a un diálogo de sordos y al fracaso.

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