Oposición política y organismos internacionales lo advirtieron en más de una ocasión, pero el Gobierno hizo de su capa un sayo, se cerró en banda y elaboró unos presupuestos tan irreales como incongruentes para conseguir dibujar un escenario más benigno. Porque estimar una caída del PIB del 0,5% o un nivel de desempleo del 24,3% al término de 2013 sólo entraba en la cabeza del equipo económico. La realidad se impuso finalmente a partir del mes de mayo y el Ejecutivo se ha visto obligado a tirar de créditos excepcionales y reservas (hasta 14.000 millones) para compensar un desaguisado que además va a computar como deuda. Una lección que debe quedar bien aprendida el próximo año para no volver a suspenderla.