El Gobierno va a seguir elevando la presión fiscal con la excusa de que lo exige Bruselas. Pero poco antes de que la Comisión Europea recomendara subir el tipo de IVA superreducido de productos básicos, el pan, la leche o la fruta, el Consejo de Ministros ya había autorizado subirlo en la adquisición de equipos médicos, la elaboración de medicamentos y en los servicios de notarios. Todo ello va a tener una notable repercusión sobre el gasto hospitalario, que ya se enfrenta a un importante ajuste; afectará al negocio farmacéutico, cuyos beneficios actualmente sólo proceden del exterior, y caerá como una losa sobre la petición de hipotecas y la firma de créditos.
Por supuesto, hay pendientes otras subidas de tasas e impuestos de nueva creación. Las subidas de impuestos representan un freno al crecimiento de la actividad económica. Cierto que a veces es necesario armonizar nuestro sistema con el que está vigente en el resto de la UE. Es un compromiso que no podemos eludir, pero el departamento de Montoro debería estudiar y ofrecer alternativas al continuo incremento de tributos, que está caracterizando su gestión.
Unas subidas de impuestos se pueden compensar con las bajadas de otros. Con ello se neutraliza el esfuerzo fiscal de los contribuyentes. Pero para ello es necesario una planificación tributaria que actualmente no existe. Desde estas páginas reiteramos la necesidad de una reforma fiscal integral, en lo que coinciden los fiscalistas y el presidente del BCE. La política fiscal es una de las pocas herramientas de las que el Gobierno puede disponer con total autonomía. Montoro demuestra que no sabe manejarla y con sus subidas de impuestos frena el consumo y la actividad y luego responsabiliza a Bruselas.