A medida que avanzan las investigaciones se van disipando las dudas que rodean la gestión -más que cuestionable- de Manuel Fernández de Sousa al frente de Pescanova. Las artimañas contables empleadas para ocultar la deuda comprenden la creación de una red de al menos 30 firmas opacas gestionadas por testaferros y participadas de forma minoritaria. De esta forma se eludía la consolidación de una deuda superior a 400 millones y de paso se escondían abultadas pérdidas. Un nuevo comportamiento fraudulento que echa por tierra la campaña emprendida por el empresario gallego, destinada a mejorar su pésima imagen pública. El imperio pesquero se desvanece como un castillo de naipes, mientras la Xunta lo apuntala con 4 millones.
