Los empresarios cuentan con 41 modalidades de contrato, algo poco común en nuestro entorno y totalmente ineficaz. Tenemos 6,2 millones de parados y un mercado laboral vetado a los jóvenes por la diferencia que se establece entre quienes tienen un contrato fijo y con garantías y quienes tienen un empleo temporal. Urge tomar medidas para arreglar este quebranto social y económico, porque el sistema de contratación actual perjudica a los jóvenes y resulta caro al traducirse en muchos despidos y prestaciones por desempleo. Tampoco estimula la formación.
Ayer la ministra de Empleo, Fátima Báñez, y su homóloga alemana firmaron un contrato para que 5.000 jóvenes españoles reciban trabajo y formación en Alemania, porque en España no hay condiciones para facilitar esa formación. Pero se trata de un acuerdo que, sin desdeñarlo, tiene el efecto de una gota en el océano. La reforma laboral ha dado más flexibilidad en la organización del trabajo en las empresas, pero no ha roto la dualidad del mercado de trabajo, ni garantiza la estabilidad en el empleo. Para ello es necesario acabar con este esquema de diferentes contratos con distintas indemnizaciones.
El contrato único que apoya Bruselas es una alternativa razonable. Curiosamente el PP defendía esta propuesta antes de ganar las elecciones y la olvidó en cuanto llegó al Gobierno. Las objeciones sobre la posible inconstitucionalidad del contrato único son subsanables, si se diferencia entre la indemnización por despido procedente y la indemnización por despido improcedente, con una compensación superior en este último caso. El Gobierno debe resolver sus contradicciones internas y reformar el sistema de contratos para paliar la dualidad del mercado laboral.