La Eurozona vive la recesión más larga desde la creación del área única monetaria. Los datos del primer trimestre del año son ligeramente peores de lo esperado, con una caída del 0,2% del PIB, que indica que 7 de los 17 países del grupo están en recesión. La peor noticia es que los resultados de Francia y Alemania, las dos principales economías, no invitan al optimismo. La economía francesa ha entrado oficialmente en recesión, con el consumo muy deprimido y malos resultados en inversión, exportaciones y construcción.
La popularidad de Hollande está en su nivel más bajo, por la decepción de los franceses ante su falta de pulso y la ausencia de medidas para atajar la situación. El crecimiento mínimo de Alemania -0,1%- es una advertencia para Merkel de que ha de tomar medidas para estimular la economía -aprovechar la baja inflación para activar el consumo- y no centrar sólo la vista en las elecciones de septiembre. Si no, lo pagarán las exportaciones germanas.
Al problema económico se une el político. La Comisión Europea no lidera, se limita a transmitir el mensaje de Merkel, y no propicia el diálogo entre Estados y el equilibrio entre austeridad, reformas e impulso del crecimiento. Hace un año el euro se encontraba al borde de la ruptura. La tormenta ha amainado, pero la decepción de los ciudadanos y el peligro de que se reactive persiste. Bruselas y los dirigentes europeos deben acordar soluciones contra la recesión y el paro, sin esperar a que el tirón de EEUU y China nos saquen del marasmo.
