Prácticamente hace un año, Hacienda puso en marcha el Plan de Pago a Proveedores con una financiación de 27.000 millones, para que CCAA y ayuntamientos sacasen de los cajones las facturas pendientes y las empresas y autónomos pudieran cobrar los servicios y trabajos realizados a las Administraciones Públicas. Una buena idea que insufló a la economía la liquidez que había restado la crisis por la caída de ingresos, el incremento del déficit y la falta de crédito. Hacienda advirtió que no consentiría que esta mala praxis se volviese a repetir, pero no lo hizo.
Como prueba, el hecho de que Cristóbal Montoro anuncie un segundo plan para intentar de nuevo saldar los atrasos y poner el contador a cero. Aunque Hacienda no lo precisa, la cantidad necesaria para conseguirlo puede rondar los 15.000 millones. Un dinero que, como sucedió en 2012, dará un impulso a la economía y se dejará sentir en el segundo semestre del año. No obstante, este tipo de planes también ponen de manifiesto que en la reducción del desequilibrio presupuestario Montoro está utilizando más contabilidad creativa de lo que reconoce. El Gobierno confía en que el Plan de Pago a Proveedores no se contabilice como déficit, si no podría añadir al mismo hasta 1,5 puntos.
Pero para financiarlo el Estado tendrá que endeudarse más. Lo mismo sucede con el Fondo de Liquidez Autonómica (FLA) para vencimientos de deuda y gasto corriente. Déficit y deuda son vasos comunicantes y en 2013 nuestro endeudamiento en relación con el PIB se situará en torno al 90 por ciento. Se constata, una vez más, que no se está atajando el problema de raíz y los recortes actúan a modo de cortina de humo que oculta la parálisis de la reforma del sector público.