Todavía es pronto para echar las campanas al vuelo, pero hay elementos que invitan a un moderado optimismo para el último trimestre del año, según apuntan un grupo de expertos consultados por este periódico. Si las cambiantes circunstancias exógenas -la crisis bancaria de Chipre o el vacío político de Italia constituyen un buen ejemplo- se mantienen dentro de parámetros asumibles, la economía española podría ofrecer los primeros signos de cambio durante el tramo final del año, dentro de un mal ejercicio que arrojará un PIB negativo cercano al 1,6%.
Lo más importante de este cambio de tendencia, que en última instancia podría aplazarse al primer trimestre de 2014, es que permitirá crear empleo neto por primera vez desde 2008, porque el umbral de crecimiento para generarlo ya no está situado en el 2%, como antaño, sino en un rango comprendido entre el 1,25 y el 1,50%. Y aquí entra en juego la reforma laboral aprobada por el Gobierno, sin duda el trabajo de mayor calado de cuantos ha llevado a cabo esta legislatura.
El mercado laboral ha sufrido cambios estructurales relevantes, que entre otros aspectos han abaratado sustancialmente los costes y roto la rigidez salarial que atenazaba a las empresas. Este incipiente dinamismo económico que se vislumbra, unido a condiciones de contratación mucho más favorables constituyen los mejores argumentos para cimentar el deseado cambio de ciclo. Para favorecer su llegada, el Gobierno debe proseguir profundizando en la reforma laboral y en la reducción del tamaño del Estado, cuyo gasto es a todas luces insostenible. La CE también parece que le echará un cable, suavizando el objetivo de déficit para este año.