Llegar a final de mes y, si es posible, ahorrar algo de dinero para afrontar desembolsos imprevistos de última hora. En esta compleja dinámica viven agazapados millones de españoles, temerosos de que la situación económica se complique todavía más y puedan perder su puesto de trabajo. En este caldo de cultivo poco propicio para el consumo, las tarjetas de créditos han perdido su tradicional papel de ayuda al gasto familiar. El ejercicio pasado se utilizó el dinero de plástico para llevar a cabo transacciones por valor de 97.385 millones de euros, dato que supone un retroceso interanual de casi un punto porcentual.
Se puede pensar que no es una caída elevada tras suprimirse la paga extra de Navidad de los funcionarios y la subida del IVA, pero lo cierto es que aporta dos elementos preocupantes. En primer término, porque esta ralentización de las compras con tarjeta es la primera vez que se produce desde 2009 y, lo más importante, confirma una desaceleración en el último trimestre de 2012, coincidiendo con las fiestas navideñas, que alcanzó el 3,7%. En paralelo al menor uso de la tarjeta, los españoles también optaron el pasado año por retirar menos dinero de los cajeros automáticos (110.570 millones), con un retroceso del 2,64%. Si se cumplen las previsiones del Banco de España, la debilidad del consumo continuará durante 2013 y el PIB se contraerá un 1,5%, por lo que no cabe esperar un cambio de tendencia. Por esta razón la banca y las compañías emisoras han de adaptarse a la situación y reinventar su negocio tradicional con nuevas alternativas, como los pagos con tarjeta sin contacto para pequeñas cantidades que pretenden introducir en breve plazo.