Los principales ayuntamientos del país han vuelto a fijar sus miradas en el IBI, una especie de gran ubre de la que cada año intentan extraer la mayor recaudación posible. Este año el impuesto municipal por excelencia volverá a incrementarse un 10% de media, el mismo porcentaje que en 2012. Un incremento al que hay que sumar el del IRPF, IVA, la luz, el agua, la gasolina o los transportes públicos que reducirá aún más la capacidad de gasto de los ciudadanos. Ya es hora de que la Administración local abandone la vía más fácil y cómoda de recaudación y mire hacia sus propias estructuras para reducirlas y mejorar su eficiencia. Entre otras razones porque han transcurrido cinco años desde que estalló la crisis y prácticamente siguen intactas.