El Banco Central Europeo dejó ayer abierta la puerta a una reducción de los tipos de interés, que algunos ya se aventuran a situar en el próximo mes de enero -aunque Draghi, como es habitual, no concretó nada al respecto-. También se ha decidido a ampliar la barra de liquidez hasta junio, para seguir prestando tanto dinero a los bancos como le pidan. Esto significa que desde el BCE no ven las cosas claras y consideran que en la medida de sus posibilidades deben seguir insuflando estímulos a la economía.
Las previsiones a la baja del presidente del BCE así lo confirman: la inflación está bajo control, pero hay más posibilidades de seguir en recesión que de crecer y, de conseguirlo, se haría de forma muy débil. Esta previsión coincide con la de Eurostat, que también ayer confirmó que la Eurozona está oficialmente en recesión. El dato contrasta con el crecimiento de un 1% de la UE en su conjunto. Las economías del euro se están comportando como una rémora para Europa y el resto del mundo. Por esto Draghi advierte que es muy importante que el Consejo de Europa de la próxima semana mantenga los acuerdos de junio. El italiano sabe que la división interna en el seno de la Unión contribuye a entremezclar los problemas políticos con los económicos, lo que complica la salida de la crisis. Los Consejos Europeos adoptan decisiones in extremis, que luego cada jefe de Estado o de Gobierno vende en su país como victorias propias. Después de un año de asistir continuamente a este tipo de espectáculo, el BCE admite que sus manguerazos de liquidez han evitado males mayores pero no han llegado a la economía real. En estas condiciones no es extraño que Draghi mire a 2013 con desconfianza.