El Consejo Europeo comenzó ayer en el más puro estilo comunitario sin visos de concretar acuerdos. Aunque se decía que España no estaría en el centro de las discusiones, la realidad es que era el asunto sobre el que pivotaron una buena parte de las conversaciones de jefes de Estado y de Gobierno. Antes de la reunión, Merkel y Hollande hicieron sus respectivas puestas en escena, que dejaban muy claras sus diferencias de criterio. Mientras Merkel apelaba a la necesidad de otorgar a Bruselas poder de intervención sobre los presupuestos de los Estados -asunto no incluido en el orden del día-, Hollande llamaba la atención sobre la obligación de concretar las condiciones de la ayuda financiera a España.
Esta posición del presidente francés es producto del acuerdo al que llegó con Rajoy en su última reunión. Ambos coinciden en que la solución para nuestro país es solicitar una línea de crédito que abra la puerta a la intervención del BCE, baje la prima de riesgo y permita a España financiarse a tipos razonables, con la idea de no utilizar el crédito en la medida de lo posible. El problema es que Merkel se niega, porque eso implica unas condiciones menos exigentes para el solicitante y, sobre todo, porque en línea con el Bundesbank rechaza la intervención del BCE. Para minar esta posición, Hollande quiere hacer frente común con Rajoy y Monti, y para ello es necesario incluir a Italia en la petición de la línea de crédito y cerrar así el problema del euro. Mientras los líderes europeos dirimen diferencias, los mercados se han convencido de que la amenaza de ruptura del euro se ha conjurado y de que el rescate de España, en la forma que sea, pronto será realidad. Sólo falta que el frente del sur sea efectivo y ablande la resistencia germana.