El BCE anunció ayer que comprará deuda soberana a corto y sin límite de los países que lo soliciten en el mercado secundario. Además, renuncia a ser acreedor preferente. Era la noticia que se esperaba y su efecto fue inmediato: la prima de riesgo bajó a 447 puntos, el bono español a diez años cayó al 6,03% y el Ibex subió un 4,91%. Todas las bolsas europeas celebraron la actuación decidida del BCE para salvar el euro, que tuvo eco en Wall Street, donde se marcaron máximos. Con este programa Draghi infla el balón de oxígeno que hace tiempo anhelaban España e Italia y que les permitirá obtener financiación a tipos de interés razonables.
A consecuencia de ello se reducirán los desequilibrios que hay entre los Estados de la Eurozona. Esto es lo que Draghi da después de haber obtenido el apoyo de todos los miembros del Consejo del BCE, menos del representante del Bundesbank. A cambio, condiciona la ayuda a pedir formalmente el rescate, a asumir los sacrificios que ello imponga y a una posible monitorización del FMI.
Draghi fue muy claro al exigir a los políticos de la Eurozona reformas estructurales y avances en la integración fiscal y financiera para recuperar la confianza en el euro. Por eso el presidente del BCE liga su colaboración al cumplimiento de estas medidas y se reserva la posibilidad de suspender la compra de deuda de quienes no cumplan el contrato. Mientras Draghi hablaba, Rajoy se reunía con Merkel en Madrid. El presidente del Gobierno ya tiene toda la información que necesita de boca del BCE, de la canciller alemana y de sus homólogos europeos. No hay ya excusas para más demoras. Ayer habló Draghi y hoy tiene Rajoy la palabra. Sólo queda pedir el rescate.