Vísperas de mucho, días de nada, reza el refranero popular español. El dicho es aplicable a las elevadas expectativas levantadas hace unos días por el presidente del Banco Central Europeo (BCE), el italiano Mario Draghi, que han quedado parcialmente diluidas tras la reunión celebrada ayer por su consejo de gobierno.
La esperada cumbre de los diecisiete bancos centrales europeos ha aplazado cualquier decisión relacionada con la compra de deuda, un bagaje muy ambiguo y poco ambicioso para las enormes aspiraciones de los mercados, que tras verse defraudados reaccionaron a la baja, con caídas de hasta el 5,16% en el caso del Ibex español.
Sin embargo, y pese a este pesimismo inicial, debe de reconocerse que el BCE ha dado un paso adelante al dejar la puerta abierta a la adopción de medidas de política monetaria no convencionales "en las próximas semanas" y, sobre todo, ha confirmado su disposición a comprar deuda si España e Italia optan finalmente por la vía del rescate blando a través del fondo de Facilidad Europea de Estabilidad Financiera (FEEF). Dos decisiones que reafirman la voluntad inequívoca de la institución monetaria de defender el euro, tal y como expresó el presidente del BCE, a título personal, hace unos días en Londres.
Llamar a las puertas del rescate no es un plato de buen gusto para ningún Gobierno por el estigma político que conlleva y la pérdida de margen de maniobra en favor de Berlín y Bruselas. Ésta es una de las razones por las cuales Mariano Rajoy se mantiene firme en su negativa a solicitarlo. Pero puede haber más motivos ocultos que justifican su manifiesta ambigüedad, tales como las buenas relaciones personales que mantiene con Angela Merkel, más receptiva a los problemas de España tras reunirse recientemente con los líderes sindicales de UGT y CCOO.
El presidente del Gobierno está aprovechando en la medida de sus posibilidades la falta de sintonía que existe entre Mario Monti y la canciller alemana para negociar condiciones ajenas al rescate, como el posible aval de la UE a la deuda española que supere el 60% del PIB. En todo caso, la decisión final que tome el Ejecutivo va a depender en gran medida del comportamiento de los mercados, que ayer sobrerreaccionaron a la falta de estímulos del banco central, presionando la prima de riesgo española hasta los 594 puntos, 58 más que al inicio de la jornada.
En este sentido, las próximas subastas de bonos y obligaciones a corto y largo plazo pueden condicionar la decisión de Rajoy de acudir al rescate o eludirlo. Si finalmente opta por las ayudas de Bruselas, sabe que cuenta con el respaldo del FMI, que en las últimas horas ha sabido reconocer el esfuerzo realizado en materia de ajustes y ha pedido al BCE, con buen criterio, que aplique nuevas medidas de estímulo para rebajar la tensión.
La aparente pasividad del consejo consultivo del BCE no debe alterar lo más mínimo la hercúlea labor que el Gobierno ha emprendido para recortar el déficit fiscal y de deuda de las comunidades autónomas. Al contrario, el tiempo ganado hasta la próxima reunión de septiembre del banco emisor debe ser utilizado para avanzar en la consecución de los objetivos fiscales definidos.
Es vital, por esta razón, que durante los próximas semanas Andalucía, Cataluña, Asturias y Canarias comprendan el gran calado del envite y arrimen el hombro para ofrecer una imagen internacional de mayor cohesión, que el partido en la oposición dinamita siempre que puede. Draghi pudo defraudar ayer, pero España no puede permitirse ese lujo.