Tras tantas negociaciones no se entiende por qué los líderes europeos nunca llegan a buen puerto. Las reformas en España se van aprobando en un tortuoso cuentagotas, que produce cansancio de ánimo en la ciudadanía. Mariano Rajoy anunció ayer ante los empresarios nuevas medidas difíciles, sin aclarar en qué van a consistir. El problema es que el Gobierno lleva mucho resistiéndose a asumir los mensajes que le llegan desde la UE e intentando convencer a la opinión pública de que controla la situación y de que sus decisiones no están influidas por Bruselas. Así, las soluciones se retrasan, por no aceptar una hoja de ruta que se pidió al Ejecutivo de Zapatero y se ha pedido de nuevo al de Rajoy.
Nuestro socios comunitarios, y Alemania en particular por ser el mayor contribuyente de la Eurozona, necesitan explicar a sus ciudadanos que la ayuda no va a caer en saco roto, que están ayudando a un país serio, con un planteamiento creíble. El problema es que una y otra vez el Gobierno elude dar respuesta a los requerimientos. Rechaza la subida del IVA, cuando la más mínima revisión de nuestras cuentas deja claro que los ingresos disminuyen y que las CCAA van a tener dificultades para cumplir. Se retrasa la reforma energética y la del sector público. Todo indica que las presiones políticas priman sobre las obligaciones del Ejecutivo. Angela Merkel no se fía y no quiere encontrarse con sorpresas al cierre del ejercicio. Rajoy debe adoptar las medidas que exige Bruselas y mostrar sus intenciones sin más demora.
