Con la victoria de Nueva Democracia en las elecciones de Grecia sólo se tienen dos certezas. La primera es que los griegos mayoritariamente no quieren abandonar el euro. La segunda es que el nuevo Gobierno que se forme intentará negociar con la UE -con mayor o menor intensidad según el tipo de coalición que se consolide- para conseguir algo de oxígeno y dar algo de esperanza a la comprometida situación de la economía griega. Nos aguardan todavía días de mucha incertidumbre, en los que Grecia tiene su última oportunidad para conjurar su salida del euro. Una situación que ni los propios griegos desean, ni tampoco beneficiaría al resto de la Eurozona.
Bien es cierto que después de dos años convulsivos se han alzado muchas voces para que se produjera un divorcio amistoso entre Grecia y la Eurozona, pero, finalmente, después del triunfo de Samarás se va a seguir optando por un matrimonio de conveniencia, que no va a estar exento de alguna que otra bronca. Posiblemente el nuevo Gobierno heleno, que sufrirá las presiones de sus socios de coalición, plantee un tratamiento similar al de España. El Eurogrupo dejó claro, sin embargo, ayer que tiene pocas probabilidades de conseguir una mejora de las condiciones del rescate de Atenas. La única opción pasa por el cumplimiento de los acuerdos por parte de los griegos con algún mecanismo que les permita con el tiempo salir del atolladero. Nos esperan años de subsidiar a Grecia, ante la alternativa más costosa de su abandono del euro.
Se teme una fuga de capitales
Persiste el temor a una fuga de capitales. En los días previos a estas elecciones, la bolsa griega empezó a subir de forma inesperada, igual que sucedió en Argentina antes del corralito. El Banco Central Europeo se va a encargar de que esto no suceda, y esa diferencia es fundamental para saber que se puede controlar la situación, por lo menos en lo que se refiere a este aspecto.
Los grandes perdedores de un abandono del euro por parte del país heleno serían los contribuyentes europeos. No hay que olvidar que ahora mismo el Banco Central de Grecia tiene 100.000 millones procedentes de otros bancos centrales europeos. Si este país suspende pagos, solamente Alemania sufriría unas pérdidas iniciales de 30.000 millones por su participación en el BCE.
A este paquete habría que sumar los 65.000 millones que los bancos europeos han adquirido de bonos griegos en el mercado secundario; los 161.000 millones recibidos hasta ahora del rescate, y los 22.000 millones del FMI. La larga lista de deuda se completa con los más de 55.000 millones de deuda griega que todavía hay en manos del sector privado y con los 69.000 millones que deben empresas y particulares a distintas entidades internacionales. Más del 50% corresponde a bancos franceses. Estos comicios griegos no aseguran que termine la tragedia, y los mercados temen sobre todo la repercusión sobre el resto de los países de la Eurozona, especialmente los periféricos, entre los que se encuentra España en primer plano.
Aun con la victoria de Nueva Democracia, no se sabe cuánto tiempo aguantarán los griegos una austeridad que les hace la vida insoportable. Tampoco se puede prever si la Eurozona, con Alemania a la cabeza, está dispuesta a asumir el coste de mantener a Grecia subsidiada o con qué resultado se saldará la próxima cumbre europea. El futuro no está garantizado y queda la mayor parte del trabajo por hacer. La victoria griega del euro es también un respaldo a los planes de austeridad impuestos por Merkel.