La crisis económica se cobró ayer una nueva víctima con la derrota de Nicolas Sarkozy y la victoria de su rival Francois Hollande que provoca un vuelco político en Francia. Sarkozy se une así a la lista de líderes que han sido derrotados en las urnas empujados por una coyuntura económica que se está mostrando implacable con los políticos, a los que va quemando inexorablemente. Además del castigo de las urnas a los derrotados, los líderes elegidos se enfrentan al trago de responder a las esperanzas de sus votantes con la renuncia a una buena parte de sus promesas electorales, al verse forzados por la realidad a tomar decisiones que cuando estaban en la oposición nunca hubieran propuesto.
Le pasa a Rajoy y le pasará a Hollande y les ha sucedido a todos los que les precedieron. El ejemplo más grave de la corrosión que está sufriendo la política es Grecia, donde los partidos tradicionales no consiguieron ayer votos suficientes ni siquiera para formar una coalición, por otro lado casi impensable. Los partidos de la extrema derecha y de la extrema izquierda ascienden en el río revuelto de la desesperación. ¿Cuál va a ser el resultado de estos cambios en el tablero político europeo? Hollande y Merkel están llamados a entenderse, aunque representen fuerzas opuestas, pero el francés se comprometerá con el equilibrio presupuestario a cambio de que Merkel admita estímulos al crecimiento. El pacto beneficiará a toda la Eurozona y, por supuesto, a España, para quien puede ser un balón de oxígeno que permitiría culminar el ajuste y relanzar la actividad. No por ello hay que engañarse. Rajoy no debe bajar la guardia en las reformas y la estabilidad. Es condición inexcusable para no cerrar en falso la salida de la crisis.