El Gobierno se ha comprometido a crear un banco malo para cerrar la reforma del sector financiero en el Programa de Estabilidad enviado a Bruselas. Las diferencias sobre esta cuestión entre Economía, con una posición más técnica, y Hacienda, más política e, incluso entre el Gobierno y el Banco de España, pueden retrasar su implementación hasta el otoño. El Ejecutivo debe dejar a un lado la discusión política y aplicar criterios económicos, si no quiere que España se mantenga en el foco de la desconfianza internacional, debido a las dudas que suscita la situación del sector financiero. Hay muchas dudas por resolver sobre quién pondrá el capital necesario para fundar el banco malo; cómo se asegurará la participación de todas las entidades y se vencerán las resistencias al striptease financiero , y qué sucederá si se descubre un agujero más grande de lo esperado.
Los ministros debaten si es mejor el modelo irlandés, el alemán o el sueco, pero insistimos: lo más importante es concluir la reforma en verano. Es decir, que haya finalizado el proceso de fusiones y que se haya constituido el banco malo. Para ello hay que tener en cuenta que este instrumento funciona si queda meridianamente clara la situación de los balances de las entidades financieras y qué activos tóxicos se incluirán en el banco malo. ¿Sólo el suelo o algo más? Debe servir para eliminar la dependencia del BCE del sector financiero español y, siguiendo el consejo del FMI, el capital del banco malo ha ser ajeno al sistema y no cargar el saneamiento sobre los bancos. Estos son planteamientos económicos que al igual que en otras reformas en marcha, deben primar sobre los políticos, si no seguiremos siendo el núcleo de la desconfianza.