Tras una pérdida de ritmo incomprensible, provocada por las elecciones andaluzas, el Gobierno parece haberse dado cuenta del error cometido y empieza a recuperar el pulso reformista. La frustración por la amarga victoria electoral y la pérdida del gobierno de esta comunidad autónoma ha sido tan grande que ha servido de revulsivo para que el Ejecutivo recupere la atención sobre su responsabilidad. Desde estas páginas se advirtió reiteradamente que el retraso en la presentación de los presupuestos estaba alimentando la desconfianza. Ahora no sirven lamentaciones y sí cumplir y hacer cumplir a las comunidades autónomas.
Puede parecer paradójico, pero posiblemente el revés andaluz facilite la adopción de una serie de medidas que hubiera sido más complejo adoptar con un Gobierno popular recién llegado por primera vez al Palacio de San Telmo. Rajoy ya no tiene presiones internas y puede ya acometer los cambios estructurales necesarios. Desde Moncloa se ha dado vía libre a los recortes. Ana Mato ha anunciado en sanidad un catálogo de servicios comunes en toda España. Este procedimiento también se aplicará a la educación. Las autonomías que quieran seguir prestando servicios no incluidos en ese listado tendrán que buscar la manera de financiarlos. Los Presupuestos recortan transferencias, pero las CCAA disponen de herramientas como el copago, el céntimo sanitario, el Plan de Pago a Proveedores... y otras que puedan poner en marcha, porque ahora saben que desde Madrid no se les va a dar alternativa para fallar. Hubiese sido más fácil con un plan de estímulo, pero no es posible. Ahora sólo falta crear un cortafuegos para la banca y acelerar las fusiones para que se completen antes del verano.
