La Unión Europea se rindió ayer a la ola de proteccionismo que recorre el mundo. Bruselas ha decidido impedir que las empresas chinas participen en concursos públicos de los Veintisiete. La medida se toma en represalia por el proteccionismo que el Gigante Asiático ejerce a su vez sobre las compañías europeas.
Una más de las consecuencias negativas de esta crisis, que está haciendo retroceder años en el camino siempre plagado de obstáculos de la liberalización comercial. No sólo China, sino también otros Estados de los denominados BRIC, como Rusia o Brasil, han optado por el paraguas y el cerrojazo a la competencia exterior mientras escampa.
También Estados Unidos ha vetado hace tiempo la participación de empresas chinas en el jugoso pastel de sus licitaciones. Si alguien creía que la decisión de la UE haría resonar los tambores de guerra comercial entre europeos y chinos, se equivoca. La Comisión ha dado este paso consciente de que China no ira más allá de la protesta de cara a la galería, entre otras razones porque la UE podía haber secundado a Estados Unidos hace tiempo, pero se mantuvo en sus principios.
Además el gap comercial negativo de la Unión frente a China asciende a 155.000 millones de euros. ¿Esta decisión tendrá efectos sobre la inversión en Europa? No los tuvo en EEUU y es probable que aquí suceda lo mismo, ya que desde 2010 la estrategia inversora china pasa por el hemisferio occidental para captar tecnología y know-how, principalmente de Reino Unido y Alemania, para ir adaptándolos a su producción.
Pero la piedra de toque de todo este asunto es cómo considera Bruselas que va a ayudar a sus empresas sumándose al carro del proteccionismo que, en lugar de acelerar la recuperación, contribuye a frenarla.