La fusión de Banca Cívica no despega. Sus responsables reconocen en privado que no podrán cumplir con las provisiones que les exigen para este año. Así que ya mantienen conversaciones con otras entidades para negociar una nueva integración. El grupo liderado por Enrique Goñi y Antonio Pulido representa un perfecto ejemplo de todo lo que se ha hecho mal en las sucesivas reformas financieras de esta crisis. Se ha planteado una alianza entre excajas de ahorros con escasas sinergias, modelos similares y por tanto exposiciones a riesgos iguales e incluso, en algunas de ellas, negocios poco viables. Y todo ello se ha visto aderezado por los personalismos y rivalidades de los dos copresidentes, quienes buscan cada uno por su lado un socio y ni siquiera se sientan juntos en las negociaciones. Y cuando han podido atraer inversores capaces de solucionar sus problemas de solvencia, no han querido ceder el control, ni pese a que se les mantuviese en el cargo y se les retribuyese con un sueldo aún mayor.
Han predominado sus egos y prebendas frente al interés de la entidad. El máximo exponente ha sido el empeño megalómano de Pulido de construir una torre en medio de Sevilla sin que se sepa qué retorno puede ofrecer semejante desembolso. ¿Con quién van a llenar eso? Y el supervisor, el Banco de España, se pone de perfil. Estas entidades tenían que haber sido intervenidas hace tiempo. Ahora el agujero se agranda conforme las pérdidas aumentan. Para colmo, el proceso se ha alimentado con ayudas públicas, sin que estos ejecutivos hayan sido retirados de la dirección. Tal política de alianzas no ha logrado los ahorros proclamados, sólo tamaño, es decir: donde antes se tenían cuatro problemas pequeños, ahora hay uno mucho peor. Aprendamos la lección.