Cuando parecía que el asunto heleno estaba solucionado por un tiempo con el último plan de rescate, Atenas volvía a llevarse los titulares y arrastrar las bolsas con caídas superiores al 3%. Este salvamento contemplaba que un 90% de los acreedores privados de Grecia aceptasen una quita. Y al Gobierno heleno le bastaba con un 75%. Pero las últimas cifras hablan de hasta un 50%, de modo que los griegos se planteaban forzar las pérdidas en los acreedores mediante las llamadas cláusulas de acción colectiva, lo que podría provocar un impago desordenado y las reclamaciones de pago de los seguros contraídos o CDS.
El Instituto de Finanzas Internacionales afirmaba que podrían ocasionarse pérdidas por valor de un billón de euros. Los seguros de impago o CDS causan miedo tanto si se cobran como si no, porque si no sirven de cobertura para los bonos, entonces los inversores huirán de éstos. Todo ello plantea dudas sobre si los prestamistas oficiales de Grecia -el FMI, la UE y el BCE- tendrían que someterse también a una reestructuración. Por no hablar del caso de Portugal, que tiene vencimientos muy altos en junio. Al mismo tiempo, la prima de riesgo de España superaba por segunda jornada consecutiva a Italia, algo que no ocurría desde agosto. La falta de medidas contundentes de Rajoy ha abierto la puerta hacia una peor percepción de España. No debió haber planteado la relajación del déficit sin haber ofrecido antes un plan mucho más contundente de reformas y recortes que le hubiesen permitido negociar con Bruselas. Ahora los mercados no van a distinguir entre un Gobierno del PSOE y uno del PP, y eso supone un riesgo considerable dado el estado de incertidumbre que aún impera entre los inversores.