Los elementos negativos se sucedieron ayer para hundir a la banca española sobre el parqué. Para empezar, las dudas sobre un acuerdo en Grecia golpeaban a todo el sector financiero en Europa. Además, Moody's anunciaba que ponía en revisión las calificaciones de 100 entidades europeas, 21 de ellas españolas. Pero en España el hecho que provocó que el selectivo retrocediese más que el resto fue el levantamiento del veto a las posiciones cortas.
En cuanto éstas se han permitido de nuevo en un lógico proceso de normalización, se ha desvelado cuál es el sentimiento del mercado respecto a la banca española: hay que ponerse bajista. Y las entidades sufrían una sangría bursátil de 5.000 millones en una sola jornada. Los inversores consideran que el volumen latente de pérdidas debe ser mayor que esas provisiones que se están articulando. Creen que sólo se conceden prórrogas para que, muy lentamente, se digiera el agujero, con los efectos que esto tiene sobre una economía cada vez más rezagada. Algo que constataba el INE al anunciar una contracción del PIB del 0,3%. El círculo recesivo está servido. Demasiado ocupadas en sanearse, las entidades no brindan crédito y eso retroalimenta la caída de la actividad. Sorprende el apoyo que ha recibido la reforma financiera en el Congreso, porque los inversores entienden que hasta que no haya un banco malo no se podrá limpiar el sector y recomponer el flujo de préstamos. El propio BCE alertaba sobre el riesgo de que se terminen fusionando entidades malas. El Gobierno ha perdido mucho tiempo y no acaba de transmitir a los mercados que sus reformas van por el buen camino.