Los sindicatos están perdiendo influencia por su inflexibilidad y falta de visión para reconocer dónde están los verdaderos problemas del mercado laboral. Se han opuesto a casi todas las reformas por sistema y se han ganado la desafección de jóvenes, parados y trabajadores, que piensan que sólo defienden los intereses de quienes tienen trabajo fijo y llevan años ocupados. Con la reforma laboral, los sindicatos no sólo pierden poder de negociación, sino también privilegios y capacidad económica.
La desaparición de la autorización administrativa en los ERE -los sindicatos logran unos 100 millones por asesoramiento jurídico- supondrá un fuerte golpe, unido a recortes en subsidios y formación. Si desean recuperar representatividad, tendrán que plantearse por qué han defraudado a los trabajadores.
