El candidato favorito en las elecciones presidenciales francesas del 22 de abril, el socialista François Hollande, se muestra contrario al exceso de austeridad con que se conduce la UE. Hollande considera que es posible abordar al mismo tiempo la reducción de los déficit presupuestarios y el relanzamiento de la economía. Si llega a ser elegido, Merkel perderá el apoyo inquebrantable que ha recibido de Sarkozy.
Francia presionará a Alemania para que, además de exigir a los Estados miembros el control presupuestario, tire de la eurozona y se supere el reto de crecer y reducir el desempleo. España, entre otros, podría beneficiarse de este nuevo enfoque justo cuando se antoja misión imposible cumplir con los objetivos de déficit a los ritmos previstos. Los mercados incluso pueden premiar un renovado énfasis en el crecimiento.
En especial, porque Merkel ha recogido los frutos de la labor del anterior canciller, Schröder, quien aprobó duras reformas de las que ahora se benefician los germanos. Pero la actual canciller no ha demostrado el mismo liderazgo para establecer las bases del crecimiento en Europa. Los inversores celebrarían que Hollande influyese en ese sentido.
Pero este cambio de tornas también puede introducir un serio elemento de incertidumbre. Existen fundadas sospechas de que estas declaraciones pueden emplearse como excusa para demorar las reformas en gasto público, endeudamiento y falta de competitividad. Algo que Francia sigue retrasando. Los países del núcleo del euro pueden hacer más; el resto, también.