El Gobierno de Rajoy pretende solicitar en la próxima cumbre europea que se aprovechen para fomentar el crecimiento unos 80.000 millones en fondos europeos no usados. La propia Merkel ya ha anunciado que no le parece mal la propuesta y que se podrían dedicar a programas de empleo para jóvenes y la investigación e innovación. Esto tiene la enorme ventaja de que se aplique un mayor escrutinio al gasto de los fondos comunitarios, a menudo empleados en fines con prioridades del pasado, y a los que ahora hay que exprimirles el mayor rendimiento.
Además, se puede reducir la carga de burocracia que muchas veces conllevan, y en algunos casos se pueden brindar más facilidades para su financiación, ya que se trata de planes que siempre deben ser cofinanciados por el Estado miembro. Sin embargo, esta iniciativa no representa solución alguna. En primer lugar, se trata de unas partidas ya comprometidas hasta 2013. Es decir, no hay en esto un solo euro más. Al fin y al cabo, la canciller da su consentimiento porque no le supone un desembolso extra. Y por otro lado, ya se destinan a proyectos de infraestructuras, reciclaje de trabajadores o I+D. Habrá que ir país por país animándoles a asignarlos cuanto antes, pues lo normal es que demoren su aplicación y los países terminen pidiendo una prórroga que llega a los dos años cuando ven que los pierden. No podemos esperar hasta 2015. En el caso de España, muchas veces el problema consiste en coordinar a las comunidades autónomas. En definitiva, se ha desempolvado un rifle del abuelo que nada va a hacer para matar al elefante de la crisis del euro.