Las subastas de deuda española e italiana se saldaron ayer con una fuerte rebaja del coste de sus emisiones. España aprovechó para colocar el doble de lo previsto y cubrir un 8% de sus necesidades para el año. E Italia abonó un 54% menos por sus letras a 12 meses. ¿Se debe esto a la toma de medidas de los Ejecutivos? Sospechamos que no. Más bien parece que las argucias del BCE están funcionando.
Puesto que Merkel impide que la autoridad monetaria compre deuda, entre todos han articulado una oscura manera de que los bancos lo hagan. Draghi ha brindado a los bancos liquidez a 3 años para que las entidades puedan comprar con ella deuda de los Estados a un tipo mucho mayor. Una treta que sirve para ganar tiempo, pero que profundiza en el peligroso vínculo existente entre el sector financiero y público, justo lo que ha dado barra libre al dispendio. De este modo, no se reparan los problemas de solvencia de entidades y soberanos. Pero, sobre todo, el mayor riesgo reside en que este circuito cerrado mantendrá el crédito fuera de la economía real.
Privarán, todavía más, a multitud de iniciativas empresariales de financiación y no facilitarán ni siquiera circulante a compañías sostenibles. Se entrará así en una trampa de liquidez por la que el dinero está ahí, pero los bancos no se lo van a prestar a las empresas porque no hay expectativas de que tales préstamos generen retornos. El parche ha valido para restañar una herida. Pero esta falta de flujo puede dejar al paciente desangrado. El diagnóstico erróneo de los líderes europeos puede hundirnos en un estancamiento a la japonesa.