Rajoy ha anunciado que no habrá banco malo. Respecto a la vivienda que lastra los balances de la banca, parece que el Gobierno apostará por elevar sus provisiones, de modo que se obligue a las entidades a vender y anotarse las pérdidas, lo que propiciará un proceso de fusiones para solventar el exceso de capacidad en un contexto de desapalancamiento y falta de crecimiento.
Sin embargo, esta estrategia entraña el serio riesgo de juntar a entidades buenas con malas y terminar contagiando aún más al sistema. ¿Y qué hacemos con el suelo? Eso va a precisar de un banco malo. ¿Lo bautizaremos de otra forma? Por el momento, las ideas ofrecidas por el Ejecutivo más bien posponen un saneamiento a fondo, algo imprescindible para reanudar el crédito. Hay que estudiar mucho mejor esta reforma.