Los países de la periferia europea, reunidos bajo el acrónimo de PIGS, están llevando a cabo unos ajustes que ya suman 100.000 millones con el fin de reconducir sus finanzas públicas. Este abrazo a la disciplina presupuestaria es aún insuficiente y habrán de seguir aprobando medidas que controlen y racionalicen el gasto y traten de elevar los ingresos con el hándicap añadido de minar lo menos posible la recuperación.
Además, habrán de tener paciencia, porque los efectos no se notarán de inmediato. El miedo de los mercados ya no se refiere sólo a los déficits y deudas públicos, sino al devenir de los vencimientos de las grandes compañías, especialmente las del sector financiero. El default es la palabra más temida y, aunque duela, la consolidación paciente es el camino.