La defensa de la salud y la consecuente lucha contra el tabaco es algo que nunca puede ser reprochable. Parece acertado, de hecho, que en ese sentido se haya limitado cada vez más el consumo en lugares públicos en toda la Unión Europea. Pero una cosa es eso y otra muy distinta prohibir las máquinas expendedoras o esconder las marcas.
Es posible que con ello se pretenda reducir el consumo, pero lo que va a ocurrir en realidad es bien distinto. Al no gozar ya de ningún elemento de marketing, ni siquiera el poder de atracción de la propia enseña, las empresas se verán condenadas a abrir una guerra de precios sin cuartel. Y es posible también que se dispare aún más el contrabando. Si el tabaco es un producto legal, hay que actuar con sumo cuidado.