Editoriales

La cacería del euro

El BCE gastó más de 200.000 millones sin lograr su fin, porque Italia y España aún no aplican sus ajustes.

Poco ha durado la fiesta. Una semana después de la cumbre que iba a servir para despejar el futuro de la moneda única, ésta parece otra vez a punto de fragmentarse. Los analistas vuelven a advertir del riesgo de que algún país periférico del euro se derrumbe al no poder hacer frente a sus deudas, lo que arrastraría a su sistema bancario; y la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, vuelve a hablar del riesgo de recaída en una depresión similar a lade los años 30. ¿Por qué hemos pasado sólo en unos días del optimismo al pesimismo?

El compromiso europeo anunciado el pasado 9 de diciembre no logró reducir la prima de riesgo con Alemania. Sobre todo de la deuda italiana, que mantiene una diferencia de unos 500 puntos, lo que resulta insostenible a medio plazo.

Es culpable de esta situación, en opinión de la mayoría de los analistas, la falta de compromiso del Banco Central Europeo (BCE) para adquirir deuda de Italia o España. Su presidente, Mario Draghi, abandonó esta semana la ambigüedad calculada utilizada en las últimas semanas. En una conferencia celebrada el jueves en Berlín, dejó claro que la adquisición de deuda o la inyección de enormes sumas de euros en el sistema financiero, a semejanza de la Reserva Federal, no servirán por sí solas para superar la crisis. EEUU o el Reino Unido lo hicieron, y aún no han salido del hoyo. Los británicos están al borde de una nueva recesión, pese a la intensa intervención del Banco de Inglaterra. En definitiva, Draghi solicita la urgente puesta en marcha de ajustes por parte de los países afectados.

Un rápido vistazo al panorama actual muestra que Draghi lleva en buena parte razón. El BCE se gastó algo más de 200.000 millones de euros en la compra de deuda soberana desde el verano sin que haya logrado su objetivo. ¿Tiene sentido seguir con este despilfarro?, ¿a qué se debe el fracaso?

En Italia, se forzó la sustitución de su presidente, Silvio Berlusconi, por el actual, Mario Monti, pero aún no se ha adoptado ni un solo ajuste. Monti se tomó hasta el 5 de diciembre para anunciar su paquete de medidas y hasta ayer no logró el respaldo del Parlamento.

En España, Zapatero tampoco movió ficha en los últimos meses, con la excusa de las elecciones del 20-N. Y Rajoy, una vez elegido, insistió en respetar los plazos constitucionales para el traspaso de poderes. El resultado es que las primeras iniciativas de su Gobierno las conoceremos, con suerte, en vísperas de Navidad. ¿Por qué insistimos, entonces, una y otra vez en pedir un acto de fe de los mercados en España e Italia cuando sus Ejecutivos siguen paralizados?

El panorama empeora si se tiene en cuenta que Francia puede perder en cualquier momento la calificación triple A para su deuda. Pero en lugar de intentar evitarlo, su presidente, Nicolas Sarkozy, y el ministro de Exteriores, Alain Juppé, manifiestan a los cuatro vientos que no les preocupa lo más mínimo. O lo que es peor, el líder de la oposición y probable ganador de las próximas elecciones, François Hollande, se dedica a desautorizar el pacto Merkel-Sarkozy y defiende una rebaja (sí, una rebaja) de la edad de jubilación a los 60 años. ¿De verdad creen que toda la culpa la tiene e lBCE? Los demás también tendrán que poner algo de su parte.

La decisión de dejar al Reino Unido fuera del proceso de integración fiscal de la Unión Europea es, por último, la gota que colma el vaso de las tempestades. Desde ese momento, la Prensa anglosajona, armada de una nutrida, fiel y cualificada legión de analistas económicos, redirigió todas sus cañoneras contra el euro y sus Estados miembros.

Las tres publicaciones de mayor influencia en los mercados, Financial Times, The Economist o The Wall Street Journal amplifican las diferencias y contradicciones entre los líderes europeos, que son muchas y frecuentes. Véanse, por ejemplo, las de los presidentes de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y del Consejo, Herman Van Rompuy, con el tándem Merkozy sobre los eurobonos.

También desmenuza los malos datos de los periféricos mientras que, a menudo, pasa por alto los menos malos. Las autonomías españolas dieron una buena cifra de déficit hasta el tercer trimestre, de la que ningún medio anglosajón se hizo eco. Sin embargo, ese mismo día se conoció un mal dato de ventas al detalle que ocupó un generoso espacio informativo. Esta semana, Portugal redujo su previsión de déficit del 5,5 al 4,5 por ciento sin que la prensa anglosajona le prestara atención, mientras que dedicó un extenso reportaje a la rebaja de la previsión del PIB irlandés.

Añádase el acoso de las agencias de rating contra la eurozona ante la probable entrada en recesión como consecuencia del frenazo en el consumo interno y del peor tono de las exportaciones a causa delmenor crecimiento mundial y sáquense conclusiones.

El 21 de octubre de 1805, la flota franco-española dirigida por Villeneuve, compuesta por 34 buques de guerra, fue sorprendida por la del almirante británico Nelson cerca del cabo de Trafalgar. Nelson fue herido de muerte, como probablemente ya ocurre con el primer ministro Cameron. Pero la victoria británica fue tan apabullante que la flota continental quedó aniquilada en una batalla para los anales de la historia. La cacería del euro ha comenzado, y Merkel y Sarkozy están presos de un mar de contradicciones en su propia casa en lugar de prepararse para la batalla.

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