En El Sargento de Hierro, Clint Eastwood se encarga de dejarle bien clarito a todos que él ha ejecutado todo tipo de deberes más que nadie. Y a continuación somete a los reclutas a una fuerte disciplina. La Sargento de Europa, Merkel, puede presumir de que su economía es más productiva, vende más y pone más dinero que el resto. De modo que los demás han de ponerse en forma y germanizarse si quieren correr detrás. Nada de alivios en la forma de inyecciones monetarias del BCE. Se brindará liquidez a la banca para que no se derrumbe, pero ésta se encuentra demasiado mal como para que ese dinero fluya.
Ésa es la conclusión de la cumbre europea. La periferia tendrá que pasar por el sangre, sudor y lágrimas... Sólo que a los mercados no les gusta el dolor, así que han vuelto a huir. El euro ayer perdía los 1,3 dólares e Italia se veía obligada a pagar un 6,47 por ciento por sus bonos a 5 años. Además, buena parte de los países miembros fuera del euro expresaban sus dudas sobre la legalidad de lo que consideran un cheque en blanco a Merkel. En Francia, el favorito a las elecciones, Hollande, anunciaba que revisaría el pacto. En Irlanda, la oposición pedía un referéndum. Y en Grecia se rechazaba un salario mínimo de 450 euros. ¿Volvemos al punto de partida? En esta situación, las economías pueden responder vía depreciación de moneda, vía fiscal o vía impresión de billetes. Pero Merkel ha cerrado el camino a todos. Eso nos condena a trabajar más y empobrecernos hasta que seamos baratos y competitivos. Aunque, ¿si cobramos todos 500 euros podremos abonar la deuda? El círculo vicioso que la sargento propicia es un juego peligroso.