Al frente del nuevo Gobierno tecnócrata transalpino, Monti ha impulsado el ajuste de cinturón de la economía italiana y lo ha hecho rápido. Estimado en unos 24.000 millones, comprende recortes de gasto, actuaciones en pensiones, alzas de impuestos y políticas liberalizadoras. La dificultad estriba en abrazar la austeridad sin comprometer el maltrecho crecimiento italiano, ahora monitorizado por el FMI. Se trata de evitar un círculo vicioso que comprometa la recuperación.
Los sacrificios bien aquilatados son decisivos. Roma se juega hacer frente común con Berlín y París y relajar la presión de los mercados. Es una tarea posible pero ardua, en la que el apoyo de los partidos desempeña un papel crucial. Tienen de plazo hasta Navidad para apuntalar la credibilidad de su país.