En la Roma clásica, los militares solían aprovechar la inestabilidad para presentarse como salvadores de la patria y que el propio Senado les entregase el mando de la República bajo el título de dictador. ¿Será ungida Merkel como la adalid del euro o como su musa destructora?
Parece obvio que Berlín es uno de los primeros interesados en mantener la moneda única si quiere que los demás países le abonen lo que le deben y sigan consumiendo sus productos. Además, resulta lógico que si los disciplinados germanos van a tener que poner fondos, se aseguren de que los demás cumplan con igual rigor. Y en ese paso hacia una unidad fiscal, Bruselas sopesa una buena idea inspirada por Alemania: que a partir de marzo una agencia sea dotada de la autoridad para intervenir los presupuestos nacionales antes de que se aprueben en los parlamentos.
Pero Merkel debe cuidar las formas, pues pertenece a un club de naciones y corre el riesgo de quedarse sola en su cruzada si no está dispuesta a ceder contrapartidas. Ahora los Gobiernos de tecnócratas impuestos por la UE pueden contar con amplio respaldo de los parlamentos y en las encuestas. Pero difícilmente lo tendrán conforme apliquen severos ajustes, unas reformas contractivas que tardarán en restaurar el crecimiento y la recesión se recrudezca a lo largo de 2012. Sin nadie que aporte el músculo financiero, precisará algo más que programas al estilo del FMI cuando se extiendan los dominós en los mercados y la resistencia en la calle. Con los inversores huidos, la liquidez sólo podrá proveerla el BCE, tal y como le piden ahora los países a Merkel a cambio de su disciplina cuasimilitar.