Economía

La prueba de fuego

La única certeza es que el nuevo año estará lleno de dificultades en materia económica y el matiz pasará por el grado de pesimismo en las diferentes variables. El principal problema volverá a ser el aumento del desempleo, pero a éste se unirán un decrecimiento real, más déficit en las arcas públicas y unos precios que alertan del fantasma de la deflación.

Se dice con frecuencia que la incertidumbre es el peor caldo de cultivo para la economía y los negocios. Si así fuera, 2009 no sería tan malo como coinciden en calificarlo todos los análisis porque lo que no presenta es dificultades de pronóstico, sino certezas de que será un año lleno de dificultades para la economía española.

Estas dificultades se manifestarán en un decrecimiento real, con las secuelas de un aumento del paro, en el incremento del déficit público, en un mantenimiento del elevado déficit exterior y como elementos más alentadores en una moderación de los precios de mercado que no debe traspasar la línea de la deflación y, directamente enlazado con ello, en un comportamiento contenido de los tipos de interés.

Paro

Si 2008 estuvo marcado por las colas frente a las oficinas del Servicio Nacional de Empleo, 2009 no será menos. Los primeros datos de desempleo, los de enero, superarán sin duda los tres millones de parados y las previsiones más ponderadas apuntan a una destrucción adicional a lo largo del año de entre 600.000 y 700.000 empleos.

La diferencia con 2008 consistirá en que, durante el año que concluye, la mayor aportación a las cifras del paro se produjo en las construcción y los sectores conexos, y, sin embargo, en 2009, se sumarán los servicios y la industria, tanto la destinada a bienes de consumo duradero como no duradero y los bienes de equipo.

En este contexto, la cifra de 3,5 millones de parados a finales del año no es quimérica, sino realista, y una tasa en términos de EPA superior al 15% de desempleo es muy probable. Esta situación conducirá, por el lado del gasto público, a afianzar las partidas destinadas a prestaciones de desempleo y, por otro lado, a ampliar el gasto público en políticas activas de empleo (una exigencia de los sindicatos) sean éstas del tipo de las dotadas con 11.000 millones para los ayuntamientos y algunos sectores industriales, sean en acciones de formación y mejora de la competitividad.

Retroceso del PIB

La clave más inquietante de la economía española estriba en la capacidad para remontar el brusco frenazo económico que supone pasar de un crecimiento de entre el 1% y el 1,3%, con que se cierre 2008 a una caída que el consenso de analistas aventura por encima del 1,5% en 2009, correspondiente a un frenazo de la demanda nacional que se situará en el -2% y una leve aportación positiva del sector exterior, fundamentada en la caída de las importaciones por el efecto estadístico de los precios del petróleo y por la crisis sectorial en determinadas industrias, como la del automóvil.

Cualquier cifra de recesión superior a ese 1,5% para el conjunto del año supondría que las expectativas de una leve recuperación a finales del año se deberían trasladar al primer semestre del año 2010, un escenario no alejado del realismo.

La caída de la actividad se fundamentará, como decimos, en la caída de la demanda interna, consecuencia de la falta de confianza de las familias, a pesar del alivio de los tipos de interés iniciada a partir del mes de octubre. Esta bajada de tipos contribuirá a mejorar la tasa de ahorro de las familias, muy dañada por la caída de los mercados financieros, el deterioro del valor de los activos inmobiliarios y, sobre todo, por el aumento del paro.

Seis trimestres seguidos de recesión, como se pronostican son un escenario inédito en la economía española (el último tramo recesivo se prolongó cuatro trimestres) y su impacto global es difícil de mensurar en las diferentes variables económicas.

Déficit público

Las cuentas públicas son las primeras víctimas de la situación económica. La transición de un superávit que se daba por estructural a un déficit intenso pone en peligro, en primer lugar, el sostenimiento de los precios, pero tiene otras implicaciones a medio y largo plazo, por el efecto de sustracción de recursos necesarios para que el sector privado pueda afrontar un periodo de recuperación con garantías de suficiencia financiera.

Las previsiones de déficit público son muy amplias y oscilan entre el 4% de los más optimistas hasta el 8 por ciento de los que ven las cosas con mayor escepticismo. Las variables a considerar son los ingresos, para los que se prevé una caída intensa y los gastos, que dependiendo de los instrumentos que utilice el Gobierno pasarán a déficit o se aplicarán directamente a la cuenta de deuda.

Lo importante será constatar la eficacia de esos gastos para mejorar la competitividad general del sistema económico español. Si el gasto se concentra en el sostenimiento del statu quo será, además de oneroso para los contribuyentes, baldío para que surja un nuevo modelo de crecimiento.

La deflación amenaza

Si la abrupta caída de los precios de las materias primas a partir del mes de julio de 2008 ha supuesto un enorme alivio para la economía española, la intensidad de estas depreciaciones ha puesto sobre la mesa, en el contexto de la recesión, la posibilidad de que se produzca una inversión de los precios. Aunque las previsiones oficiales establecen que los precios pueden tocar suelo en el ecuador de 2009 con el 1%, no hay que perder de vista que, en un sector protagonista, como el constructor e inmobiliario, la deflación está instalada desde hace meses.

El objetivo de mantener la evolución de los precios en positivo tropieza con la dificultad para generar expectativas en las empresas y en las familias. A ello debe contribuir un aumento del caudal crediticio que todavía no se ha producido, a pesar de las medidas para favorecer la liquidez del sistema financiero aprobadas por el Gobierno. Ajustes generalizados en los precios de factores pueden producirse, aunque los tarifazos habituales de los precios públicos en el cambio de año producirán un efecto que puede ser engañoso a lo largo del ejercicio, en el que los efectos estadísticos crearán distorsiones.

El único seguro contra la deflación es la creación de actividad a través de un mercado crediticio suficiente que aliente la actividad creadora de empleo. La deflación es una posibilidad real, aunque la escalada del gasto público y la deuda pueden alejar esta amenaza de la economía española.

Competitividad

La caída de los precios y la reducción de la inflación, junto con el aumento del paro han producido una mejora de la competitividad aparente, que contrasta con el aumento de la remuneración salarial media y de los costes laborales unitarios por encima de la variable de los precios.

Descartado el efecto monetario, ya que el contraste comercial de España se sitúa en el área europea, las ganancias de competitividad sólo llegarán por la moderación de los salarios, unos tipos de interés moderados y rebajas de cuotas sociales, ya que los resultados de posibles políticas de incentivos de I+D+i y de reequipamiento industrial no son previsibles a corto plazo.

Desequilibrio exterior

Vinculados estrechamente con los problemas de la competitividad general del sistema económico español se sitúa un problema de cuentas exteriores que, hasta el mes de octubre, presentan una necesidad de financiación exterior de 84.700 millones de euros, lo que elevado a términos anuales representa un déficit corriente y por capital que sigue en el entorno del 10· del PIB, el segundo de los más elevados del mundo desarrollado.

La tremenda alteración de los flujos financieros internacionales provocará a lo largo de 2009 un cambio en el patrón de financiación del déficit, ya que el capital internacional encuentra incentivos en otros mercados. Lo que ha sido un excelente año en inversión extranjera directa en 2008 es una seria incógnita en 2009, ya que no se prevén grandes operaciones empresariales, salvo, acaso, la de Repsol, y ésta tendrá un efecto relativamente pequeño. Las inversiones en cartera, a la vista de cómo se han desempeñado los mercados financieros en todo el mundo, presenta unas expectativas muy reducidas.

Las reformas pendientes

Como al comenzar cada año, se sacan a relucir las reformas económicas que es necesario afrontar para mejorar las expectativas de crecimiento. Estas reformas se han invocado de nuevo en los próximos meses y el presidente del Gobierno ha invitado al líder de la oposición y a los representantes de algunos grupos nacionalistas a formar una mesa de negociación de estas reformas.

Hasta ahora no se ha pasado de esa invitación y una conversación exploratoria. Con una destrucción de empleo desatada y con el país en recesión, las medidas se hacen perentorias, no para actuar directamente sobre la coyuntura en 2009, pero sí para adecuar el patrón de crecimiento a un entorno competitivo nuevo.

Las medidas propuestas por el Ejecutivo en sucesivos paquetes a lo largo del año no entran con la profundidad debida en el objetivo de dotar a la economía de fundamentos sólidos para crecer.

En este sentido, no está sobre el tapete de la Mesa de Concertación una reforma laboral conducente a liberalizar la contratación y limitar la temporalidad, estimular la movilidad geográfica y disponer de mecanismos de intermediación laboral que permitan una mejor y más eficiente asignación de la fuerza de trabajo; no hay un empeño real en racionalizar la carga impositiva de las empresas (tanto en materia estrictamente fiscal como de cuotas sociales); no hay medidas de impulso a la competencia en los sectores estratégicos como la energía, el transporte, las telecomunicaciones y no se dan pasos decisivos en la independencia de los reguladores de los diferentes mercados y no se actúa decididamente sobre las estructuras comerciales, entre otras reformas pendientes.

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