
"La derecha tiene al fin su presidente", así lo reflejan todas las encuestas de opinión en Francia. El hombre que postuló su candidatura "ni de izquierda ni de derecha" ha afianzado sin embargo su imagen de dirigente de derecha.
El mayor éxito de esa retórica traducida por muchos con la mordaz definición de "extremo centro" radica en que Emmanuel Macron ha aspirado casi todo lo se encontraba a su derecha así como la llamada "izquierda de Gobierno", es decir, la socialdemocracia del Partido Socialista.
La mayoría de franceses, el 60% según un sondeo de Odoxa, mantiene que Macron es el presidente de los ricos, y esta es la razón por la que no quieren que opte a la jefatura del Estado en 2022.
Jean-Luc Mélenchon, líder del movimiento Francia Insumisa y principal opositor de izquierda, ironiza con la coincidencia del 50 aniversario del Mayo del 68 con el primer año de Macron en el poder y la resistencia de este a conmemorar dicha fecha. Mélenchon entiende que el inquilino del Elíseo pensara que ese no es su sitio, ya que eso significaría entre otras cosas aumentar el salario mínimo un 35% o crear secciones sindicales en las empresas.
Para muchos analistas, la acción del presidente no es sino la estricta aplicación del programa del Medef, organismo que agrupa al patronato francés. No obstante, según Macron el descontento procede de que los franceses están acostumbrados a que cuando quieren un cambio se les calma distribuyendo dinero público, y cree que "el país se había habituado a esta morfina", pero su intención es la de cambiar esa actitud.
A Macron y su movimiento ¡En Marcha!, cuyo nombre oficial es Asociación para la Renovación de la Vida Política, hay quienes le acusan de encarnar una suerte de derecha liberal de corte autoritario. Se han recortado cargas sociales, emprendido una cruzada contra el déficit presupuestario, iniciado una cura de adelgazamiento del sector público y diseñado una política para hacer de Francia un refugio atractivo para los capitales.
A ello se añade la supresión de un impuesto pagado por las grandes fortunas, que se aplicaban en el extranjero en 2011 para luchar contra la evasión fiscal; el incremento del impuesto a los jubilados, quienes reclaman por el sacrificio de su poder adquisitivo; la flexibilización mediante decretos del mercado del trabajo y el reforzamiento de los poderes del Ministerio de Interior en detrimento del poder judicial. También entra en liza el lanzamiento de una reforma de la compañía nacional de ferrocarriles, que acarreando huelgas que aún persisten.
Además, están las huelgas en el grupo Air France cuyo presidente ha sido incapaz de poner término hasta tener que presentar su renuncia. Y es que la empresa puede desaparecer, toda vez en palabras del ministro de Economía, "el Estado no vendrá al rescate de Air France". Más allá, todo esto sin consentir la más mínima negociación con los sindicatos.
La encrucijada del presidente
Es decir, el problema del joven mandatario es doble. Por una parte comenzó con aquellas reformas que de modo claro benefician a los más acaudalados, y hasta se le acusa de estar "actuando como un Robin de los Bosques al revés: quitándoles a los pobres para dar a los ricos". Por otra, está tratando de implementarlas a un ritmo demasiado rápido.
Macron lleva a cabo su gran proyecto electoral que consiste en "reformar a fondo" Francia sin preocuparse por la condición estructural que tantos dolores de cabeza daba a sus predecesores: la negociación con los actores sociales.
Macron se encuentra en un momento crucial. ¿Será uno de esos presidentes franceses que comienzan de manera ambiciosa y se vuelven luego muy impopulares? Los próximos meses mostrarán si es capaz de superar este instante crítico y aplicar su agenda reformista.
Hay que admitir que en la actualidad, la situación económica es mejor que la de hace dos años. Aunque Macron difícilmente puede atribuir esto a su propia gestión. Para él es importante que se registre una mejoría sostenida en el tiempo, que haya un crecimiento en sectores críticos y que las empresas generen nuevos empleos.
Excesivo personalismo
El presidente ha despertado la atención sobre el trabajo de relaciones públicas de la presidencia, teniendo un eco positivo, si bien no deja de ser un arma de doble filo. Los grandes gestos pueden ser interpretados como meras maniobras de distracción. En otras palabras, pueden funcionar en el corto plazo pero si no les siguen reformas sustanciales provocar el hastío.
En este sentido, la fórmula política francesa es personalista en exceso, ya que se depositan demasiadas expectativas en el presidente.