El Giro de Italia comienza hoy en su 101ª edición. Será una cita histórica porque, por primera vez en toda su existencia, la carrera saldrá de Europa. Nunca antes había sucedido. Lo máximo era haber iniciado la ruta fuera de Italia, algo que sucedió en doce ocasiones. Pero siempre en territorio europeo. Tampoco antes una de las tres grandes (Giro, Tour y Vuelta) había puestos sus pies lejos del viejo continente. Israel ha sido el país elegido.
Sus carreteras albergarán tres etapas. La primera, en Jerusalén Oeste. También habrá tiempo para mostrar la costa del Mar Rojo o la belleza de Tel-Aviv, donde termina la segunda etapa. La tercera transcurrirá por el desierto de Negev, entre Be'er Sheva y Eilat. Tres puntos turísticos que harán del Giro una promoción visual perfecta del país. Luego la competición pondrá rumbo a Sicilia, donde, ya sobre suelo italiano, la ronda continuará.
Este traslado a territorio hebreo supone un reto logístico (los equipos tendrán que doblar infraestructura, una en Italia, otra en Israel) y algo más: una oportunidad de negocio para la organización del evento y, sobre todo, una oportunidad para Israel que quiere usar la competición para hacer promoción del país y, de paso, diplomacia internacional.
Lluvia de millones para el Giro
Para conseguir su objetivo, el Gobierno de Israel ha tenido que rascarse el bolsillo. La prensa israelí cuantifica en diez millones de euros la tasa que ha cobrado el Giro por celebrar sobre su suelo estas tres primeras etapas. Cuatro millones van directamente a las arcas de la organización. Una inyección económica importante para un evento que, además, logrará la adhesión de patrocinadores locales y teleoperadores israelís. Dinero llama a dinero.
Es uno de los motores que ha impulsado Mauro Vegni a internacionalizar la ronda. En mente del director de la carrera, Israel no era el primer destino. Sus intenciones allá por enero de 2016 eran llevarse la prueba a Japón. Entonces se cruzó en sus deseos Sylvan Adams, un promotor canadiense-israelí amante del ciclismo (tiene su propio equipo, el Israel Cycling Academy) que le propuso dar el paso y cambiar Tokio por Jerusalén, donde comenzará hoy la prueba.
Ante las dificultades logísticas que suponía el traslado de la prueba a Japón, y visto que Israel estaba dispuesto a gastarse una importante suma de dinero en la tarea, RCS, la empresa que organiza la prueba y que lidera Vegni, no lo dudó. El pacto se firmó en Milán el último día de la edición de 2017. Había nacido un acuerdo histórico... y polémico.
Las connotaciones políticas de la carrera
La controversia política no tardó en salpicar a la competición. Grupos palestinos cargaron con dureza contra el Giro por el pacto. Creían que Israel instrumentalizaría políticamente la celebración del evento. Pronto se demostró que sus reflexiones no iban muy desencaminadas.
Inicialmente el Giro anunció que la prueba comenzaría en Jerusalén Oeste con una crono de 9,7 kilómetros. La denominación de Jerusalén Oeste indignó al Gobierno local, que pronto presionó para modificar la denominación y usar la oficial que impulsan las autoridades hebreas, que califican la ciudad santa como Jerusalén sin distinción entre mitades, como sí impulsan los palestinos desde que en 1967 Israel unificó la ciudad.
El Giro no puso objeción. Para algo es Israel la que paga. Cambió la terminología y se disculpó por el error. "Estábamos advertidos de que la carrera podría provocar controversia y críticas, pero la visibilidad supera otras consideraciones", explicó Vegni al justificar el traslado de la prueba a tierras hebreas. Sus explicaciones pueden servir para aclarar cualquier otra situación controvertida.
Esfuerzo para garantizar la seguridad
Israel también deberá hacer un esfuerzo para adaptar sus carreteras a las exigencias de la competición. En total, serán más de 200 carreteras las que el Gobierno blindará con un despliegue de seguridad sin precedentes. Incluso se restringirá el tráfico aéreo, informa The Wall Street Journal. En total, las autoridades desplegarán 25.000 personas para garantizar el correcto funcionamiento de estos tres días de carrera.
Todo con tal de proyectar al mundo una imagen amable y turística de Israel. Algo que el país lleva años persiguiendo a través de la celebración de un evento deportivo internacional, pero que hasta ahora no había conseguido. "Es un buen trato para mostrar la geografía del país", insiste Adams, quien incluso planeó hacer una prueba de media montaña en las colinas de Jerusalén. La idea fue desechada.
Dos millones para que Froome corra
Tal es el deseo de Israel de proyectar lo máximo posible la carrera que la prensa local incluso especula con la posibilidad de que hayan abonado dos millones de euros a Chris Froome, la estrella del pelotón internacional, para que compita en esta edición del Giro (al menos que comience la prueba), pese a que disputarla pondría en riesgo su preparación para el Tour que está por venir.
Mientas, Vegni y los organizadores observa encantados como el impulso israelí ha ayudado a tener a los mejores ciclistas en su pelotón y, de paso, contribuido a internacionalizar su marca. "Cuando tuvimos la oportunidad de llevar al Giro fuera de Europa, lo hicimos. Necesitamos internacionalizar nuestra carrera más si cabe que el Tour de Francia", comenta satisfecho.