
Una nueva preocupación económica se agrega a la inflación y la deflación: la ecoflación o el aumento del coste de hacer negocios en un mundo de cambios climáticos. La ecoflación podría llegar a los bienes de consumo en los próximos cinco a 10 años, de acuerdo con un informe de World Resources Institute y A.T. Kearney, una firma mundial de consultoría de gestión.
Las compañías que elaboran bienes de consumo de movimiento rápido, que van desde cereales hasta champú, podrían ver descender sus ganancias entre un 13 y 31% en 2013 y entre un 19 y un 47% en 2018, si no adoptan prácticas medioambientales sostenibles, indica el informe.
Las consecuencias del calentamiento se están mostrando ahora en forma de fuertes olas de calor, sequías, incendios forestales y tormentas tropicales más graves. Sin embargo, los costes de estos sucesos aún no se están reflejando enteramente en los precios al consumidor, dijo Andrew Aulisi.
Reacción de EEUU
En lugar de eso, son pagados por los gobiernos y la sociedad, agregó en una entrevista telefónica. Eso podría cambiar si el presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, y el Congreso presionan por un sistema que ponga un precio sobre la emisión de dióxido de carbono que calienta el clima, indicó Aulisi.
Aunque es improbable que esto ocurra antes de la fecha tope de diciembre de 2009 para lograr un pacto internacional para combatir el cambio climático, pero es más probable que suceda en 2010.
"El mensaje que no vemos en el estudio es que la regulación va a costar (...) mucho dinero", dijo Aulisi. "Creemos que el análisis es un catalizador para convencer a las compañías a reaccionar ante estos temas importantes".
Con el escenario de ecoflación, las principales economías del mundo podrían fijar un precio sobre las emisiones de carbono de 50 dólares la tonelada, dijo Aulisi. Eso es entre cinco y 10 veces el precio de carbono que es negociado ahora en mercados voluntarios en Estados Unidos.
Para las empresas
De hecho, algunas compañías ya están buscando vías para reducir las emisiones antes de cualquier nueva regulación, dijo Daniel Mahler, de A.T. Kearney. Un ejemplo es el gigante de productos para los consumidores Procter & Gamble, que tiene un equipo que vigila los artículos de la compañía para ver cómo pueden usar menos plástico, un material basado en combustible fósil, dijo Mahler por teléfono.
Pero los cambios podrían necesitar ser más amplios, explicó. Por ejemplo, las compañías que supusieron que los costes de transporte serían bajos y los costes laborales elevados en Estados Unidos, hicieron que sus productos fueran elaborados en países donde los empleados trabajarían por menos. Pero un nuevo coste por el carbono emitido por el transporte a larga distancia podría cambiar esos cálculos, haciendo a la fabricación en el exterior menos atractiva, según Mahler.
Dentro de Estados Unidos, se podría cambiar de las fábricas grandes y centralizadas a otras más pequeñas y dispersas, agregó. "Esto no es un pequeño cambio táctico", indicó, "es un cambio de infraestructura que vemos en las compañías (...) tratándolo más contundentemente de lo que lo que habían hecho en el pasado".