
A eso de las 20:35, antes de que el himno de la Champions League retumbe en las añejas gradas de Anfiled, un cántico más añejo si cabe, más emotivo todavía, emocionará a uno de los templos del fútbol europeo. Eso es 'You'll Never Walk Alone'. Algo más que una canción. Maná para el alma. Balompié puro. The Kopp, la grada mítica del estadio del Liverpool la entonará primero. Les seguirán el resto de sus 54.000 espectadores.
En el palco, dos estadounidenses criados en Boston se emocionarán al unísono. Ambos son conocidos desde hace mucho tiempo. Pero hoy, en el epicentro del fútbol europeo, en las semifinales de la Champions League, serán otra cosa. Serán enemigos.
John W.Henry (68 años, dueño del Liverpool) y James Pallota (60 años, dueño de la Roma) vivirán en sus pupilas la magia de las noches continentales. Y de paso, demostrarán al mundo de los deportes americanos que no estaban tan locos (o quizá sí) al zambullirse de lleno en la aventura 'salvaje 'del 'soccer' europeo.
Eso es el fútbol a ojos de cualquier empresario del deporte estadounidense. Un caos. Una locura. Las reglas que rigen el negocio norteamericano son tan diferentes a las que usan al otro lado del charco, que les cuesta concebir el deporte rey como una buena oportunidad de negocio.
Allí, en Estados Unidos, no asimilan que los futbolistas estrellas se fichen después de abonar gigantescas cantidades económicas que no todos los clubes pueden asumir. Tampoco comprenden que los grandes equipos dependan económicamente de su clasificación o no para la Champions o que no exista un sistema centralizado de merchandising y ticketing, como sucede con la NBA, la NFL o la MLB.
"Con el fútbol europeo, a menos que escojas la ciudad adecuada, a menos que escojas el ritmo adecuado... es... ", comenta cargado de frustración, sin cerrar la frase, John Pallota, el dueño de la Roma.
"Yo no tengo mucha paciencia, pero se necesita tiempo", resume resignado al The Wall Street Journal el dueño del equipo en el que triunfa como director deportivo el español Monchi. Pallota cristaliza así su sentir sobre cuán volátil es el éxito deportivo de un club cuando se depende de una pelota enredada en los pies de once jugadores millonarios.
De rivales a casi socios
En los inicios, él y Henry trataron de imponer sin mucho éxito en Roma y Liverpool, respectivamente, sus mecanismos empresariales, ésos que mamaron juntos en Boston.
Con personalidades opuestas (dicen los que los conocen que no pueden ser más diferentes uno del otro), estuvieron a punto de ser socios a principios de 2000, cuando Henry lideraba un grupo de inversores que trataban de tomar el control de los Red Sox, el equipo de béisbol de Boston. Pallota era parte del bando rival que trataba de hacerse con el control del equipo. Perdió.
Y una vez derrotado, trató de unirse a Henry con la intención de usar su propiedad en los Boston Celtics (del que Pallotta también es uno de los accionistas más importantes) para crear un canal de televisión. Pallotta no se atrevió nunca a dar el paso asustado por abandonar a sus compañeros de viaje.
Ahora se arrepiente. Habría formado parte de un proyecto deportivo de enorme éxito que, en 2004, ganó las Series Mundiales. La noche que lo consiguió, Pallotta estaba viendo in situ al equipo.
Salah los unió de nuevo... en Boston
Seis años después, en 2010, Henry desembarcó en el Liverpool. Pallotta lo hizo en la Roma en 2011. Ahí comenzó una aventura separada que los volvió a unir el pasado verano, 17 años después de ser rivales en la lucha por el control de los Red Sox. Juntos almorzaron en su ciudad, en Boston, y de paso acordaron la venta de Salah, delantero estrella ahora en los 'reds' desde el equipo 'giallorosso', por 42 millones de euros. "Entonces parecía mucho dinero", confiesa Pallotta. Ahora es una ganga viendo el 'loco' mercado del 'soccer' europeo.
Ninguno de los dos intuía que aquel traspaso ayudaría a reunirlos de nuevo, en el palco de Anfield, para escuchar boquiabiertos el 'You'll never Walk Alone' justo antes del himno de la Champions, en la previa de una sorprendente y muy americana semifinal de la mejor competición de fútbol europeo.