
Vivió los últimos tres años de su vida en Madrid, y su teoría económica sobre los oligopolios, en defensa de un estado fuerte, hizo escuela en la España franquista. Su nombre no podía ser más alemán, Heinrich von Stackelberg.
De sangre azul, nieto de terratenientes e hijo de un químico acomodado, aparte del luteranismo profesó un nacionalismo germano visceral.
Tanto que no dudó en integrar primero las filas del partido de Adolf Hitler, NSDAP, y poco después el cuerpo de élite militar del nazismo, las SS.
Aunque su carrera militar se reduce a la mínima expresión (dos períodos de pocos meses, como traductor del ruso) en beneficio de su carrera académica, Von Stackelberg, el cicerone de Enrique Fuentes Quintana, José Luis Sampedro y otros economistas españoles de posguerra, acarrea esa mancha imborrable en su currículum.
Mañana, 12 de octubre, Día de la Hispanidad, se cumplen 60 años de su muerte, acaecida en la capital española, y elEconomista ha querido investigar en el pasado de este Günter Grass de la Economía.
Madrid, puerta de escape
¿Por qué -a diferencia del Nobel de Literatura- von Stackelberg no se distanció jamás del nacionalsocialismo? El autor de Equilibrio y formas de mercado emprendió varios intentos para salir de las SS, pero jamás tuvo el valor de abandonar la unidad paramilitar del partido nazi. Temía que sufriera su carrera científica, a la que se entregó en cuerpo y alma.
El estado alemán, convencido de su "lealtad política", le permitió aceptar la oferta del Instituto de Estudios Políticos en Madrid.
Fue la puerta de escape que agarró el economista alemán ante un ejército germano agonizante, que llamaba indiscriminadamente a filas en un desesperado intento por frenar la ofensiva aliada.
Al igual que Jens Jessen, el único catedrático de la época que fue ejecutado por su implicación en el atentado frustrado contra Hitler de 1944, Stackelberg había pasado del entusiasmo inicial por el III Reich a la decepción. No obstante, se quedó en una actitud pasiva y nunca llegó, como su amigo Jessen, a participar activamente en actividades subversivas.
España sólo podía elegir entre economistas alemanes, japoneses o italianos -los países aliados del franquismo- en busca de cabezas pensantes que levantaran la primera facultad de Economía. Ficharon a Heinrich von Stackelberg en el momento perfecto.
"No podía seguir callándose y permanecer inactivo, pero abandonar las SS le parecía imposible e inoportuno", explica a elEconomista su hija, Ulrike Schwerin-Krosigk, desde su domicilio en la localidad alemana de Colonia.
Nacido en Kudinov, cerca de Moscú, Von Stackelberg tenía 18 años cuando se vio obligado a abandonar Rusia, algo que le marcó profundamente.
"Como muchos germano-bálticos, la revolución de 1918, las expropiaciones y la sovietización le llevaron a desarrollar un fuerte sentimiento nacionalista alemán", explica esta mujer de 69 años, que habla perfectamente el castellano y conserva un profundo amor por España. El mismo amor que desarrolló su padre, quien pronto entabló amistad con el catedrático Valentín Andrés Álvarez, el futuro ministro de Comercio Alberto Ullastres y Fernando María de Castiella, que dos décadas más tarde asumiría la cartera de Exteriores.
Su talento lingüístico le permitió aprender con la misma celeridad el español con la que antes dominó el italiano y el francés.
Inocente de crímenes de guerra
"No frecuentaban la colonia alemana -de claro signo nazi-, sino a sus amigos españoles", recuerda su hija. Una amistad que permitiría a su viuda, con tres hijos, y sin la posibilidad de volver a Alemania, recurrir a los incondicionales de su difunto durante los tres años que tuvieron que estar en España.
"Alemania era entonces una ruina", explica Ulricke Schwerin, detallando los trámites que eran necesarios, después de la capitulación nazi, para volver "a una casa ocupada por terceros". Mientras que otros afrontaban una vuelta obligada -y muchos un proceso judicial y la cárcel- el regreso de la familia Stackelberg fue voluntario.
Pese a haber simpatizado hasta su muerte -a la edad de 41 años, víctima de un cáncer linfático- con el Fascismo, el acta de Entnazifizierung (testimonios que daban fe de que no tenía sobre su conciencia crímenes de guerra) resultó favorable, y le permitió a la condesa Elisabeth von Kanitz, percibir una pensión de viudedad, con la que recomenzar su vida en Colonia.
Von Stackelberg cultivó siempre muy buenas relaciones con el Ministerio de Educación del Reich, con los que mantuvo siempre una correspondencia fluida.
Paradójico resulta que años atrás los artífices de la barbarie nazi recabaran testimonios que daban fe de lo contrario, de su credo nazi. "Su padre es un pariente lejano… la posición de esta familia hacia el nacionalsocialismo es correcta y leal, pongo mi mano en el fuego por ello. Heil Hitler", reza el documento que firma el Conde de Finckenstein sobre la futura esposa de Stackelberg, y que solicita en 1936 la Oficina para la Raza y el Asentamiento.
"La considero apropiada para contraer matrimonio con un miembro de las SS", puede leerse en otro documento de ese mismo año que se conserva en el Archivo Nacional de Berlín. No faltan árboles genealógicos, en lo que queda patente la "pureza aria" de ambos contrayentes.
Recuerdos de Madrid
El hecho de que su matrimonio eclesiástico, según el rito protestante, no fuera bien visto por el régimen, supuso uno de los primeros desencuentros de este economista con el sistema. Y con la familia de su esposa, 12 años más joven, y que soñaba con un rico terrateniente para su hija, no con un economista, con raíces germano-bálticas y de madre argentina.
Solo tenía 17 años cuando se casó con el economista, afincado entonces en Berlín, con el que tuvo dos hijas y un hijo. Su familia le siguió a España en 1944, donde dejó buen recuerdo a juzgar por el interés de José Vergara, del Instituto de Estudios Políticos, por ampliar su contrato de trabajo dos años más.
Este hombre al que fascinaba un "estado corporativo" a la imagen de la Italia de Benito Mussolini, era perfecto para hacer escuela entre los economistas españoles durante el franquismo.
Pese a su pronta muerte, Von Stackelberg dejó una vasta obra.
De haber sobrevivido, "muy probablemente hubiera integrado el consejo científico que asesoró al mismo Ludwig Erhardt", explica su hija, aludiendo al padre del milagro económico alemán después de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, también tendría que haber plantado cara a su pasado nazi.
Y quién sabe si aquí se hubiera venido toda su teoría abajo como un castillo de naipes. Desde el cementerio británico de Madrid, donde fueron desterrados todos los heterodoxos como él, el economista Heinrich von Stackelberg no se ha visto obligado a hacer memoria histórica.