Economía

El paracaídas no se abre en un mercado fuera de todo control

Ya no es pánico. Las bolsas han caído en la desesperanza. Las alarmas de recesión llegan de todo el mundo: EEUU, Asia, Reino Unido... y Argentina se suma al baile. Dicen los estadounidenses que los tiempos desesperados requieren medidas desesperadas. Así que cuando un gurú de la talla de Nouriel Roubini, economista de la Universidad de Nueva York y uno de los pocos que predijo la llegada de la actual crisis, propone cerrar los mercados, es que la situación alcanza ya una gravedad máxima.

"Las autoridades tendrán que cerrar las bolsas. No es que me guste esta medida, pero es necesario para tomarse un tiempo en el que adoptar medidas y recuperar la confianza. ¡Hay que interrumpir el pánico!", proclamó ayer dentro del ciclo de conferencias organizado por la escuela de negocios IESE en Madrid.

Desde luego, si alguien acudió a escucharle buscando motivos para el optimismo, no los encontró. Roubini ofreció un paisaje sombrío. Apocalíptico, más bien. Casi sin pestañear y con una naturalidad que contrastaba con la gravedad de los acontecimientos que iba desgranando, el economista norteamericano soltó su munición. Los disparos fueron continuos. "Nos enfrentamos a una de las crisis más severas desde la Gran Depresión", dijo a modo de calentamiento. Pero después no fue tan timorato. "Pese a las medidas propuestas, las cosas van a peor, no a mejor". Pim. "Estados Unidos se encuentra en recesión". Pam. "¿Habrá una recuperación en forma de V? No. ¿Y en U? Tampoco. Existe el riesgo de que sea una recesión en L, como la que sufrió Japón". Pum.

Crisis global

Y aún hubo más. Subrayó que la crisis va a adquirir dimensiones globales y que dadas las expectativas existentes, con un consumo en declive, los empresarios pospondrán sus decisiones de inversión, con todo lo que ello supone. "Hace seis meses se hablaba de inflación. Dentro de seis meses estaremos más preocupados por la deflación", pronosticó.

En cuanto a los planes anticrisis propuestos en las últimas semanas, afirmó que se han roto los vínculos entre las decisiones de los bancos centrales y los gobiernos y los mercados financieros, algo que, a su juicio, requiere una interrupción de la actividad de las bolsas. Adicionalmente, señaló que el Tesoro estadounidense deberá emplear mucho más que 250.000 millones de dólares -unos 200.000 millones de euros- para recapitalizar los bancos. "Necesitará al menos 600.000 ó 700.000 millones de dólares", concretó. También aludió a que será preciso que los bancos centrales bajen más los tipos de interés; a políticas fiscales expansivas en los países en que haya margen para ello; a que surjan medidas resultantes de la cooperación internacional; y a que las autoridades acaben dando crédito directamente a las empresas, del mismo modo que están tomando participaciones en los bancos. En este sentido, comentó la posibilidad de que se cree en EEUU una agencia pública que compre hipotecas. "Hay que hacer mucho, y hay que hacerlo urgente", sentenció.

El atónito compañero de ponencias de Roubini, José Manuel González Páramo, miembro del Comité Ejecutivo del Banco Central Europeo (BCE), trató de contener el chaparrón. Circunspecto, replicó: "Hay que mantener la compostura. Mantengámonos tranquilos y no mostremos pánico. Debemos enfrentarnos a la realidad, pero también es un buen momento para quitar rigideces existentes en el mercado", terció. Para entonces, Roubini ya había descargado todo su arsenal.

Histerismo en los mercados

El mercado, en realidad, parece más próximo a las posiciones del profesor de la Universidad de Nueva York que a las de González Páramo. Y es comprensible. La cascada de malas noticias que esta semana ha inundado los parqués mundiales ha impactado de lleno en la línea de flotación de la poca confianza que todavía quedaba en la salud de la economía mundial.

Nadie esperaba que, tras la aprobación de los planes de rescate, la crisis fuera a desaparecer del horizonte a toda velocidad. Pero tampoco se esperaba que los vientos de recesión fueran a azotar tan rápido, y de manera tan intensa, las economías de todo el mundo. Todavía menos después de un lunes en el que las bolsas celebraron con alegría la posibilidad de que las medidas anunciadas hasta entonces por Henry Paulson, secretario del Tesoro de Estados Unidos, se ampliaran incluyendo nuevas partidas de dinero destinadas a reactivar la economía. El Dow Jones inauguró la semana con una subida del 4,67 por ciento, y unas horas antes el Ibex 35 se había anotado casi un 3 por ciento, en línea con el resto de las principales bolsas europeas.

El lunes, el optimismo -si es que se le puede llamar así- había calado tan hondo en el ánimo de los inversores que noticias que unos días antes hubieran provocado el pánico pasaron casi desapercibidas. Especialmente un informe de Merrill Lynch sobre banca europea, en el que la firma estadounidense aseguraba que la mayoría de las principales entidades europeas necesitarían nuevas inyecciones de capital para mejorar sus ratios y evitar dificultades como las que provocaron la caída de Fortis y Dexia.

Bancos en apuros

Ese informe, que se conoció sólo un día después de que el Gobierno de Holanda tuviera que inyectar 10.000 millones de euros en ING, podría haber provocado la histeria en otras circunstancias. El lunes, Santander y BBVA -entre los bancos necesitados de capital, según Merrill- lograron capear el temporal incluso con ganancias. Société Générale, sobre el que más dudas descargó la entidad estadounidense, llegó a caer un 11 por ciento pero terminó por moderar sus retrocesos una vez que la ministra de Finanzas francesa lanzara a los cuatro vientos que su Gobierno, como ya habían hecho antes los de Reino Unido, Estados Unidos y Suiza, también entraría en el capital de los bancos que lo necesitaran.

También el martes comenzó con buenas perspectivas. Las miradas estaban puestas en la cumbre de las principales economías del mundo, y en su aperitivo de Pekín -que se celebra este fin de semana, ver página 9-, y en las medidas que los líderes políticos mundiales propondrían en ellas. En España, incluso, la principal preocupación era conocer si José Luis Rodríguez Zapatero asistiría o no al nuevo Bretton Woods. Eso mientras todos los ahorradores seguían minuto a minuto la evolución del euribor, que, por fin, daba señales de relajación y prometía caer por debajo del 5 por ciento. Este índice es el que sirve de referencia para la inmensa mayoría de las hipotecas a tipo variable en vigor en España. Es decir: se abría otra pequeña ventana para la esperanza.

Yahoo! agua la fiesta

Esa ventana, sin embargo, comenzó a cerrarse de golpe la noche del mismo martes. Yahoo! publicó sus resultados tras el cierre de la Bolsa de Nueva York. No fueron malos, pero la conferencia de prensa sí dejó serios motivos de preocupación. El portal de Internet anunció que, en los próximos meses, reducirá su plantilla en un 10 por ciento. El objetivo, por supuesto, es reducir los costes para afrontar con mayores garantías los duros meses que quedan por delante. En resumen: que el fantasma de la recesión volvía a aparecerse al mercado. Adiós a la tregua que el mercado había disfrutado en el comienzo de la semana.

Más dura aún fue la recaída del mercado español. Todo gracias a Argentina, o más bien a su Gobierno. Cristina Fernández de Kirchner anunció el martes la nacionalización de las gestoras privadas de pensiones, entre ellas Consolidar, filial de BBVA. Una medida, también desesperada, con la que el Ejecutivo argentino pretende encontrar liquidez para evitar el impago de su deuda -ver página 8- y que, de rebote, propició el desplome del Ibex 35. Si no quieres taza -el miedo a la recesión-, toma una y media -el pánico a otro corralito y a una oleada masiva de nacionalizaciones en América Latina-.

La más perjudicada fue Repsol. La petrolera, con fuertes intereses en Argentina a través de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) -la compañía obtiene un 25 por ciento de su beneficio en el país austral-, perdió el miércoles un 15,7 por ciento de su valor, y el jueves otro 2,8 por ciento. Pero el terror no dejó indemne a nadie. Telefónica, Santander y BBVA, que en Argentina se juegan menos de un 2 por ciento de su beneficio anual, también se llevaron duros golpes en los parqués. En dos días, la operadora de telecomunicaciones perdió un 10,3 de su capitalización, y los bancos, un 14,2 y un 12,7 por ciento, respectivamente. (Continúa)

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