
No creemos que muchas personas se sientan asombradas porque decimos que la respuesta es la confianza. Ahora, todos saben que para que la economía vuelva a marchar, necesita una fuerte inyección de confianza. El problema es que el manantial de confianza en Washington está bastante seco en la actualidad. La tasa de aprobación del presidente George W. Bush es inferior al 30%.
Entre tanto, faltando escasas semanas para las elecciones, los líderes del Congreso, cuya tasa de aprobación es aún más baja que la del presidente, no pueden hacer un solo movimiento sin que se sospeche de sus ulteriores motivos. Y, por cierto, algunos de ellos, están actuando de una manera muy partidista y con alarmante imprudencia.
Demasiado exagerados
La presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, despotricó contra los republicanos antes de la primera votación sobre el proyecto de rescate por 700.000 millones de dólares. Y el líder de la mayoría en el Senado, Harry Reid, formuló comentarios sobre una empresa de seguros que parecía cerca de la bancarrota y eso causó una caída en las acciones de otras compañías de seguros.
Por lo tanto, no es raro que las únicas personas que ofrecen alguna medida de esperanza en el Congreso sean dos funcionarios nombrados por el presidente, el secretario del Tesoro, Hank Paulson, y el presidente de la Junta de Reserva Federal, Ben Bernanke. Tal como hemos dicho antes, ambos funcionarios deben recibir homenajes por su incansable labor para solucionar los problemas de la economía. Pero ninguno de ellos fue a Washington con credenciales políticas. Paulson era un banquero y Bernanke un académico de una universidad importante. Lamentablemente, ninguno de ellos se ha mostrado como un comunicador eficaz.
En resumidas cuentas, Washington está en la actualidad en el centro de una tormenta en términos de confianza del público. Las circunstancias no pueden ser peores.
Se puede salir
Aún así, creemos que hay una manera de salir de la crisis. Líderes en situaciones de crisis pueden reconstruir la confianza con acciones vigorosas, siempre y cuando esas acciones se caractericen por la velocidad, la transparencia, la franqueza y la sencillez. De manera conjunta, esos cuatro criterios constituyen una especie de pantalla de confianza.
Por cierto, algunas de las medidas que están siendo implementadas en Washington pueden atravesar con facilidad la pantalla de la confianza. Por ejemplo, el incremento reciente de los avales de depósitos de The Federal Deposit Insurance Corporation -corporación federal de garantías de depósitos-, de 100.000 a 250.000 dólares. Ocurrió prácticamente de la noche a la mañana, y muchas personas entendieron de inmediato el impacto que tendría en sus vidas. La acción fue la esencia de la transparencia y de la sencillez.
De la misma manera, basta analizar tres elementos del plan de reestructuración del Gobierno por 700.000 millones de dólares, conocido como el TARP -Troubled Asset Relief Program, o programa de asistencia de activos con problemas-. Uno de los programas puede convertirse en un excelente apuntalador de la confianza: inversiones directas en bienes de bancos, pero sin derecho a voto. Puede ocurrir en el corto plazo y dada la claridad de lo que hace y a quienes ayuda, impide que existan malas interpretaciones.
Los otros dos programas: el plan para reducir la tasa de ejecuciones de hipotecas mediante su compra, y el plan de subastar valores tóxicos de las hojas de contabilidad de los bancos, son otra historia. Tal vez ambas medidas funcionen en el largo plazo, pero no satisfacen el criterio de velocidad. Y debido a su complejidad y a la posibilidad de conflictos en su implementación, tampoco satisfacen los otros criterios. ¿Puede imaginarse al propietario de una vivienda exigiendo saber por qué el Gobierno está renegociando la hipoteca del vecino y no la de él?
La confianza es fundamental
Existe una lección muy importante que deben aprender los líderes empresariales: cuando la crisis castiga, es muy tarde para ponerse a pensar cuánta confianza lograron amasar en el curso de los años. La confianza es la base de cualquier liderazgo eficaz. Es la grasa del cambio. Los líderes en todo nivel necesitan crear confianza cada día a través de palabras y de acciones. En cada comunicación, deben evitar toda innecesaria complejidad o jerigonza. Hay que decir la verdad sin maquillarla y repetirla de la misma manera a cada audiencia.
Los líderes empresariales tienen una herramienta adicional para crear confianza en las buenas épocas: comunicarse con sus empleados. Deben construir sus relaciones a nivel visceral. Los líderes pueden crear confianza yendo a los lugares donde se concretan las tareas. Deben conversar y escuchar, y mirar a los ojos a los empleados. Deben hablar acerca de quienes son y qué sienten, y sobre sus motivos y sus sueños. Cuando un líder se muestre más auténtico con sus empleados, más auténticos sus empleados serán con él. Y la autenticidad crea confianza.
Esperemos que la confianza retorne a Washington el 4 de noviembre con la elección de un nuevo presidente y de un Congreso. Para los líderes empresariales, la actual crisis es el doblar de campanas.
Hay que construir la confianza hoy. Mañana puede ser demasiado tarde.