
Ha sido el tema de la semana. Nadie duda de que el mayor rescate financiero de la historia saldrá adelante, pero la disputa electoral se ha cruzado en el camino y ha alargado el proceso. Todos los mercados se encuentran pendientes de Estados Unidos mientras que Bush se muestra optimista en alcanzar un consenso, y los partidos políticos ultiman los flecos del acuerdo.
Los mercados financieros han permanecido en vilo toda la semana. Sólo tenían ojos para Estados Unidos. Y no era para menos, porque en juego estaba la aprobación del plan de rescate propuesto por el secretario del Tesoro, Henry Paulson, una iniciativa en la que se ha depositado toda la confianza. Si no definitiva, esta propuesta sí podría desatascar la crisis financiera, que no es poco en un momento en que el dinero ha dejado de circular por los cauces de financiación habituales.
Sin embargo, la bondad de fondo del programa de Paulson no se apreciaba de forma nítida en la forma. El plan fue lanzado, pero no precisado. Si a esta inconcreción se le añade que puede suponer un desembolso de 700.000 millones de dólares para el Estado, que debe ser aprobado por el Congreso y que falta poco más de un mes para los comicios por la Casa Blanca, el asunto ha trascendido la esfera económica y ha saltado al ruedo electoral.
Es necesario, pero...
Como explica Juan José Fernández-Figares, director de análisis de Link Securities, "la mayoría del pueblo estadounidense es reacia al plan, ya que considera que se va a utilizar el dinero de los contribuyentes para sacarles las castañas del fuego a los banqueros de Wall Street". Esta realidad ha provocado que el Partido Republicano y el Partido Demócrata hayan planteado las negociaciones que vienen manteniendo desde el pasado fin de semana en clave electoral. Así, ni los propios republicanos han apoyado de forma incondicional el plan del Tesoro, que es el brazo económico de la Administración del también republicano George W. Bush. El bloque más duro de este partido se ha opuesto al programa de salvación porque lo consideran "propio de un país socialista". En este sentido, incluso el propio candidato conservador a la Casa Blanca, John McCain, fue acusado de torpedear la reunión a tres bandas mantenida el jueves por el presidente Bush, el aspirante demócrata Barack Obama y el propio McCain, una cita de la que se esperaba un acuerdo final, pero que sólo sirvió para prolongar el proceso.
En cuanto a los demócratas, han supeditado la aceptación a ciertas exigencias. En concreto, cuatro fundamentales: limitar el sueldo de los directivos de las entidades favorecidas por el plan, supervisar la evolución de estos bancos, permitir que el Estado pueda convertirse en accionista de ellos y posibilitar que los ciudadanos puedan modificar las condiciones de su hipoteca cuando tengan problemas.
Bush: "aprobarán un plan de rescate"
La cuestión es que, entre unas cosas y otras, se ha llegado a una situación desconcertante: pese a que los protagonistas coinciden en la necesidad de aprobar el plan... el acuerdo no se ha cerrado. Lo expresó ayer el presidente Bush: "Demócratas y republicanos se unirán y aprobarán un plan de rescate. No hay desacuerdo en que hay que hacer algo sustancial". En términos similares se expresó Obama. "Creo que llegaremos a un acuerdo", reconoció en la cadena CNN horas antes del primer debate televisivo que finalmente iba a mantener con McCain.
La sensación, por tanto, es que el plan verá la luz, pero sin que ninguno de los partidos quiera quedar ante la opinión pública como el que expidió un cheque en blanco para salvar a Wall Street. "Dado lo crítico de la situación, se terminará llegando a una solución", constatan los expertos de Banif.
En qué consiste
Pero las incógnitas no se acaban en el Congreso. De hecho, la marejada política ha dejado en un segundo plano otras cuestiones fundamentales. La primera es obligada: ¿era necesario un plan así? La respuesta es contundente: sí. "No se puede dejar caer el sistema bancario. La situación económica es mala y EEUU entrará en recesión, pero si no se hace nada se sufrirá una depresión", explica José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney. Para Keith Wade, economista jefe de Schroders, su puesta en marcha resulta clave porque "liberar a la banca de sus activos tóxicos ayudaría a desatascar el sistema y permitiría que el mecanismo de crédito trabajara de nuevo".
En efecto, las debilidades son más que palpables. Este viernes, la Reserva Federal amplió las líneas de crédito en dólares que mantiene abiertas con el Banco Central Europeo y el Banco de Suiza: el primero podrá acceder a 10.000 millones de dólares más y el segundo, a 3.000 millones adicionales. Con estas maniobras, tratan de rebajar la dificultad existente para tomar prestado dinero en dólares, un problema resultante de la desconfianza existente entre los bancos. Es decir, una de las cuestiones que debe mejorar con el plan.
Esa expectativa es la que conduce a la segunda gran pregunta: ¿cumplirá con el fin para el que ha sido lanzado? Las previsiones son favorables, pero no concluyentes. "Tiene el potencial de mitigar el descenso de los préstamos hipotecarios y los activos provocado por la ausencia de un mercado efectivo para los productos respaldados por hipotecas", sostienen los analistas de Standard&Poor's (S&P), aunque añaden: "Provee una importante confianza a corto plazo, pero no es una solución completa para ayudar a los mercados financieros".
En este sentido, la clave del éxito radicará en un elemento principal: ¿cuánto pagará el Tesoro por los activos de los bancos? Como aseguran desde S&P, "la participación en el programa del Tesoro es voluntaria, por lo que los bancos mantendrán los activos hipotecarios si consideran que los precios no son acordes con el valor intrínseco de los títulos". El precio, por tanto, será clave, más aún después de que los activos que se van a comprar hayan sufrido una importante caída desde el inicio de la crisis, algo que dificulta el cálculo de su valoración.
A la expectativa
Estas dudas se han reflejado en la deriva de las bolsas. En España, el Ibex 35 ha cedido un 1,47% -el viernes bajó un 0,44%-, hasta los 11.387,9 puntos. También han cerrado en negativo los indicadores europeos, con recortes entre el 2 y el 4,2%. Dentro del EuroStoxx 50, Fortis se dejó en la sesión más de un 20%, tras anunciar que venderá miles de millones en activos. Y también se produjo un cambio en la cúpula: Filip Dierckx sustituirá como director ejecutivo a Herman Verwilst. En EEUU, el Dow Jones se dejó en la última semana un 2,15% y el dólar un 1% frente al euro.