
La conmoción en Reino Unido por el brutal asesinato de la diputada laborista Jo Cox ha puesto un trágico final al enconamiento generado por una campaña del referéndum sobre la continuidad en la Unión Europea que afronta la recta final en funestas circunstancias con las que no podían contar unos bandos para los que la única fatalidad previsible era perder la histórica votación del jueves.
Tras semanas de animadversión, la clase política en su conjunto ha aparcado inquinas y, en una atmósfera de sensibilidad extrema, los partidarios de continuar en los Veintiocho y sus rivales retomaron ayer la rutina electoral en un ambiente que tiene de todo menos de ordinario. Como prueba, el Parlamento interrumpe hoy el parón de la campaña para rendir tributo a una de las grandes promesas procedentes de las generales de 2015.
Su muerte ha supuesto un aciago punto de inflexión en una batalla donde las desacreditaciones, según había reconocido ya David Cameron, llegaron demasiado lejos. Tras la tragedia, los dos bandos han sellado un pacto de no agresión por el que tratarán de conducir las últimas jornadas en un ambiente más civilizado. Para el primer ministro, no obstante, el verdadero reto empezará tras el 23 de junio.
El desafío, al margen del escenario que surja de la votación, lo obligará a cerrar grietas entre los conservadores. Las disensiones, previas incluso al acuerdo en Bruselas en febrero, amenazan su carrera, puesto que, pese a mantener que no dimitirá si pierde la consulta, el debate ya no se dirime sobre su legitimidad para permanecer en el Número 10 en caso de 'Brexit', sino si el desgaste sufrido le permite seguir como líder de una formación que coquetea con la guerra civil.
De consumarse una ruptura que, hasta la desgracia del jueves, había visto sus posibilidades dispararse en las encuestas, las consecuencias son imprevisibles. Tanto Gobierno, Banco de Inglaterra, patronal y sindicatos, como FMI, OCDE y otros organismos han advertido de que los efectos serán, en palabras de Christine Lagarde, "de malos, a muy, muy malos".
Mientras, Economists for 'Brexit', el único colectivo de economistas que apoya el divorcio, censura un consenso ?basado en modelos eurocéntricos defectuosos? y mantiene que la solución pasa por operar a través la Organización de Libre Comercio, para así acabar con las barreras impuestas por la UE y con lo que denuncia como "proteccionismo" comunitario. Sus cálculos prevén un PIB un 4% mayor a largo plazo gracias a la "respuesta dinámica de la economía a costes menores", lo que permitiría crear 300.000 empleos.
Su escenario no podría estar más lejos del estimado por el Ejecutivo británico, o el FMI, que manejan dos coyunturas y ambas provocarían una recesión. Según el Tesoro, de haber acuerdo de comercio con la UE, el crecimiento sería un 3,6% menor y el paro aumentaría en 520.000. En el supuesto más grave, que prevé la salida del mercado común, transcurridos dos años el PIB sería un 6 por ciento inferior, se perderían 820.000 empleos y los sueldos caerían un 4%.
Impacto en los hogares
Un estudio anterior del Tesoro sobre las consecuencias a largo plazo estipuló que los hogares tendrían 4.300 libras (5.640 euros) menos en 2030. Por ello, ante la mejora de las posibilidades del 'Brexit', el bando pro-continuidad retoma la estrategia de alarmismo económico que dirigió su campaña: si hay ruptura, los ciudadanos pueden prepararse para una austeridad de 30.000 millones de libras (38.000 millones de euros).
El ministro del Tesoro sostiene que este desenlace obligaría a un presupuesto de emergencia para reformular prioridades. Áreas protegidas desde 2010 sufrirían tijeretazos que no eximirían ni al Sistema Nacional de Salud, una de las principales armas arrojadizas entre bandos. Basándose en proyecciones del Instituto de Estudios Fiscales (IFS), la mitad de los ajustes serían recortes y la otra, subidas tributarias. El informe original del IFS había estipulado que la salida tendría un impacto de entre 20.000 y 40.000 millones de libras sobre los ingresos estatales en 2019-20. Los partidarios de abandonar Bruselas mantienen que ahorraría 18.000 millones anuales.
El problema es que incluso si Osborne sobrevive a una potencial derrota el jueves, tampoco puede garantizar estas cuentas de emergencia, puesto que los diputados euroescépticos han avanzado ya que no aceptarán ninguna austeridad adicional, un acto de travestismo político, según el laborismo, que ha prometido también dar la batalla contra nuevos recortes.
Este 23 de junio decidirá si el debate es necesario. El estado de impasse que el crimen del jueves impuso en la campaña ha afectado a las encuestas, que han comenzado a evidenciar cierto repunte para la opción de permanecer.