
El reponedor de un supermercado de Madrid lanza una mirada de recelo a la libreta que llevo en mis manos. Después de la libreta, su mirada se dirige igual de recelosa a mí que, bolígrafo en mano, tomo nota como si en el fondo estuviera haciendo algo malo. Sigo tomando nota, y pienso que con una hoja tengo más que suficiente para anotar lo que puedo comprar por un euro.
Quizá esta intuición tan pesimista me venga dada por todo lo que llevo escuchando y leyendo en los últimos meses. Que la vida está más cara que nunca, que la mitad de los españoles no llega a fin de mes y que la culpa de todo ya no la tiene ya el pobre pollo, sino el petróleo.
La subida del petróleo
Para colmo, las personas a las que se me ocurre preguntar y que van sin libreta, sólo con la cesta y el carro en la mano, me contestan casi airadas. Una señora me mira como si quisiera gastarle una broma: "¿Por un euro ? Estarás de broma. ¡Nada de nada, bonita! ¿Pero tú no haces la compra o qué?". Ante semejante reacción, me digo que para qué seguir sufriendo. Pero lo hago de nuevo. La siguiente de la lista me mira no con recelo, sino con pena, como si fuera la primera vez que entro en un supermercado: "Pues mira, yo creo que como mucho te da para un chicle. ¿Pero tú cómo sales con ese dinero a la calle, hija?".
Pero compruebo que sigo llenando hojas de la libreta. Seis flanes de vainilla, una napolitana de jamón y queso, dos donut y medio, medio kilo de galletas rellenas de chocolate valen menos de un euro . También algo menos cuesta un repollo, una col morada y casi un kilo de berenjenas. Un litro de caldo casero de pollo, una bolsa de patatas fritas, 300 gramos de acelgas y la misma cantidad de espinacas cuestan un euro . Por una rodaja de tintorera de 266 gramos se pagan 93 céntimos, lo mismo que cinco salchichas de pavo de una de las marcas más reconocidas del mercado. Para llevarse un kilo de lentejas habrá que desembolsar 97 céntimos.
Pero la nota del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio ahonda en la herida y vuelve a saltar las alarmas en los medios de comunicación: el precio de las judías verdes, las anchoas y las naranjas se han disparado sólo durante el mes de agosto.
Otra nota de Facua (Consumidores en Acción) de principios de año advierte de que casi la mitad de las 18 marcas de leche que han analizado se vende por encima de los 90 céntimos el litro. La mía cuesta 98 céntimos.
"Es una vergüenza lo que se encarece el producto desde el origen hasta que llega a nuestras casas. El Gobierno debería saber que el encarecimiento del transporte es una vulgar excusa", comenta Rubén Sánchez, portavoz de Facua.
Dos culpables
Sánchez apunta a dos culpables, uno directo y el otro no tanto: el petróleo y las empresas de distribución. "En cuanto sube el barril suben los precios, pero cuando baja el precio -y todos sabemos que baja- eso no se refleja con tanta inmediatez", señala. Y vuelve a cargar contra los políticos: "El Gobierno debería ser mucho menos complaciente con las empresas que suban tanto los precios", añade el portavoz de esta agrupación de consumidores.
En los últimos meses, Facua ha hecho especial hincapié en las subidas que han experimentado dos productos tan habituales en nuestra cesta de la compra como son la leche y el pan. El precio de la primera, que no ha parado de subir, ya lo hace a menos velocidad que hace unos meses. "Me pregunto que si la leche sube tanto por culpa del petróleo, ¿por qué no suben tanto el resto de alimentos?", dice Rubén Sánchez.
El hecho de que el precio de la leche no dejase de subir, no pasó desapercibido para organismos como la Comisión Nacional de la Competencia (CNC). El pasado otoño, alertado por una tendencia demasiado al alza de determinados productos y las denuncias de varias asociaciones de consumidores, realizó inspecciones en varias empresas.
¿El resultado? La incoación de expedientes a varias asociaciones de empresarios. Una noticia que llenó de alegría, entre otras, a la Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios (Ceaccu), que por fin veían recompensadas sus quejas, a pesar de que aún se seguían produciendo otras otras subidas como por ejemplo en el precio del pan, incrementos que calificaron de "desproporcionados" e injustificados".
¿Quién se salva?
¿Pero no hay ningún producto que consiga escapar de la subida del petróleo o de la causa que sea? El Ministerio de Industria nos da un respiro y de la lista de alimentos que ha analizado durante el mes de agosto varios se salvan de la quema. Las tasas mensuales indican que han bajado la bacaladilla, el jurel, los pimientos verdes, las lechugas y los limones. En productos envasados, también nos dan un respiro las sardinas en aceite y el tomate natural.
Pero, aún así, existe otro culpable que también me señalan algunos consumidores con los que converso en mi aventura en el supermercado, y no es otro que el euro . "El dinero ahora se gasta enseguida. La trampa está en que nos hemos creído desde el principio que un euro valía cien pesetas", me cuenta un señor algo compungido, que considera que disfrutar de pequeños placeres como tomarse un café y leer el periódico son ahora "una especie de semilujos".
Aunque no lo sepan, las autoridades europeas les dan parte de razón. Un estudio elaborado por la Dirección de Asuntos Económicos de la Comisión Europea revela que el 90 por ciento de los ciudadanos de la UE cree que el euro no ha hecho sino encarecer sus vidas. Y el mismo estudio refleja que nuestro país es de los que más ha sufrido sus estragos. España ha padecido una subida de más del 40 por ciento en los precios de restaurantes y cafeterías entre 1998 y 2006. La misma suerte, aunque con valores algo inferiores, han corrido otros servicios como el ocio (en especial el caso del cine), las peluquerías y diferentes servicios de limpieza.
Pero no sólo eso: España ha sido el país donde el aumento del coste de algunos productos no cesó con la llegada del euro , hace casi siete años, sino que desde aquel 1 de enero de 2002 ha seguido avanzando.
Continúo mi paseo y sigo tomando nota. Un poco más de un kilo de patatas, una lechuga iceberg de 400 gramos y un kilo de zanahorias son los siguientes alimentos de mi lista. Medio kilo de fresas y otro medio kilo de peras blanquilla y hasta una tarrina de sobrasada. Todo por menos de un euro , se lo aseguro.
Así que salgo un buen rato después del supermercado sin saber de quién es la culpa de los precios: del oro negro, de las empresas, del Gobierno o del euro . Porque comer comer , bastantes cosas, pero la verdad es que sólo para los que estén a dieta y su estómago se conforme con poco. Por si acaso, yo que usted pediría aumento de sueldo, y a ver si cuela...